lunes, 8 de octubre de 2012

"¿QUÉ ES LA AGORAFOBIA? (Publicado en "Voces de Cuenca" el 8-10-12)

08/10/2012 - PSICOLOGÍA ¿Qué es la agorafobia? Se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo El DSM IV-TR define este trastorno de ansiedad con los siguientes criterios: - Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada o más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil. - Estas situaciones se evitan, se resisten a costa de un malestar o ansiedad significativos por temor a que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia, o se hace indispensable la presencia de un c9nocido para soportarlas. - Explicado en un lenguaje más simple podemos afirmar que se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” (temor anticipatorio a una posible crisis de ansiedad, aunque también se puede padecer un trastorno de angustia SIN AGORAFOBIA). - Existen múltiples situaciones asociadas a este trastorno que Echeburúa nos presenta en su Inventario de Agorafobia (IA): cuestionario específico para identificar las situaciones en las que el paciente experimenta o anticipa esta ansiedad que tanto le bloquea: grandes almacenes, bares y restaurantes, cines, ascensores, aparcamientos subterráneos, iglesias, campos de fútbol, plazas de toros, lugares altos, playas, montes, calles anchas, hospitales. Salir a pasear, alejarse de casa, ir de vacaciones, cruzar puentes, acudir al médico, ir a visitar a amigos o familiares, ir a buscar a los niños al colegio, acudir a una reunión de vecinos, asistir a fiestas o reuniones sociales, estar en la peluquería, comer o beber con otras personas, etc. - Probablemente si usted no padece este trastorno o no conoce a nadie que lo padezca, le resultará difícil entender cómo se puede sufrir o padecer ansiedad ante estas situaciones “tan cotidianas”, pero efectivamente así ocurre. - Este trastorno puede llegar a ser tremendamente incapacitante si no se resuelve la “forma de funcionar del paciente” para evitar pasarlo mal. - Precisamente por eso la técnica principal que usamos es la “exposición gradual en vivo” a las situaciones que el paciente suele evitar. - La exposición permite al paciente comprobar “in situ” que la situación temida nunca es “tan terrible” como imaginaba, que la ansiedad anticipatoria y las sensaciones subjetivas son las que le provocan la ansiedad y no la situación específica. - Suele haber una primera vez en la que el paciente “condiciona” su miedo y aprende que no puede volver a ese lugar o situación porque probablemente le ocurrirá lo mismo”. - Por eso en la primera sesión la tarea encomendada es: describir aquella primera vez que le ocurrió el episodio. Objetivo: que el paciente comprenda el origen del miedo condicionado adquirido. También identificamos con el paciente las causas que él cree que en la actualidad “hacen que se siga manteniendo ese trastorno/conductas”. Objetivo: enfrentarnos a esos reforzadores y reestructurarlos de manera adecuada. - He tenido la posibilidad de tener pacientes que han estado “años” sin salir de su bloque de edificios. En otros casos personas con pareja que incluso habían acabado yendo a vivir con sus padres (conductas de seguridad), a pesar de tener hijos y familia. - En otros casos algunos pacientes incluso se han pedido excedencia en sus puestos de trabajo por evitar tener que subir a un coche por el miedo a sufrir una crisis de ansiedad o tener miedo exagerado a marearse, a perder el control, a volverse loco o desmayarse. - No resulta nada fácil comprender este trastorno a las personas cercanas o que no lo han padecido nunca, pero le puedo asegurar al lector que el desgaste psicológico es elevado si no se hace algo al respecto. - Las exposiciones perfectamente “pautadas”, progresivas y con un trabajo constante, regular y prolongado obtienen resultados muy positivos. - No sólo en la exposición, sino todos los aspectos psicológicos asociados a dicha exposición: “es como si el cerebro tuviera que comprobar IN SITU que todo aquello que ha elaborado previamente, anticipadamente, no ocurre cuando nos encontramos ante esa situación, o que si ocurre eso que tanto tememos, comprobamos que realmente no es tan grave y podemos soportarlo”. - Generalmente las personas con agorafobia suelen utilizar también conductas de seguridad “por si les ocurre lo que tanto temen: la crisis de ansiedad con los síntomas asociados: ir en compañía de alguien, llevar un móvil, comer algo, etc. - Gradualmente también el paciente ha de desprenderse de todas estas “seguridades psicológicas” para comprobar que no las necesita para superar el problema. - Si usted padece este trastorno o se ha visto identificado con algunos aspectos del mismo póngase en manos de un profesional.

lunes, 1 de octubre de 2012

"EL PACIENTE Y EL GUADIANA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 1-10-12)

Por Fco. Javier Sánchez Psicólogo Establecer contacto con el profesional (psicólogo) suele ser en principio el paso más difícil de dar cuando uno no acaba de encontrarse bien. Por ello, siempre suelo reforzar al paciente diciéndole que el primer paso dado, iniciando tratamiento psicológico, no es nada fácil. Fundamental también resulta la información a la hora de saber de quién partió la demanda de tratamiento: ¿del propio paciente?, ¿de los familiares? ¿obligación, sumisión o indiferencia ante el inicio del tratamiento?. Cuestiones claves a la hora de valorar la motivación y adherencia al proceso, así como la actitud en la primera y sucesivas entrevistas. En mi caso particular, ocurre en algunas ocasiones, que, tras la primera sesión el paciente llama para aplazar una segunda cita. En algunos de estos casos el paciente suele reconocer con posterioridad que “necesitaba un período de asimilación de todo aquello explicado como tratamiento en la primera consulta (psicoeducación, evaluación, estrategias que se van a poner en marcha, técnicas que se van a utilizar, etc.). En otros casos el paciente vino a “tantear” que era aquello de “un psicólogo” (reconociendo sin problema alguno que nunca han creído en ellos. Sinceridad que por cierto, agradezco) y para ver “si se convencía de la utilidad de un tratamiento específico”. Lo ideal: aquel paciente que viene con una predisposición absoluta y se vuelca en la terapia desde el primer momento, siendo muy fácil establecer una alianza terapéutica consistente desde el primer momento. Aquellos casos más resistentes al cambio y a iniciar tratamiento los combatimos básicamente con técnicas de entrevista motivacional. Es como ir adentrando al paciente en algo que en principio no le parecía asumible ni conseguible, transformándolo en algo positivo, adecuado y propicio para su salud psicológica. Establecer metas objetivas, a corto plazo, realistas supone un apoyo a la motivación del paciente que, progresivamente y de manera gradual va percibiendo los resultados positivos de su propio esfuerzo, lo cual le suele reforzar de manera significativa. ¿Qué ocurre cuando después de un período estable de sesiones y una vez conseguidos objetivos importantes el paciente desaparece ante un seguimiento clínico más separado en el tiempo?. Equiparo esta situación al caso en el que el paciente que ha tomado durante un mínimo de tiempo una medicación psiquiátrica y tras una mejora importante, decide por sí mismo dejar la medicación. ¿Qué puede ocurrirle (aunque por supuesto no necesariamente)? Que se produzca o exista una probabilidad de recaída. No se trata de crear “adictos al psicólogo” porque el profesional debe valorar en qué casos es necesario establecer un seguimiento y en qué casos no. No podemos hacer seguimiento de un paciente cuando valoramos que mantener el tratamiento puede ser contraproducente, generándose una relación de dependencia malsana respecto al profesional. Ocurre también que tras haberse decidido un período de seguimiento el paciente desaparece pero “da señales de vida” a través de llamada, correo electrónico….. etc. y nos dice: “estoy aquí, no he vuelto a ir porque me sigo encontrando bien”. Actitud correcta (porque una cosa es desaparecer sin decir nada por todos los motivos o razones que puede haber detrás de esa desaparición mágica, y otra hacerlo, dando una mínima explicación de cómo se encuentra y las razones por las que no viene a terapia. Está enfrentándose a aquello que inició y decide voluntariamente “darse un tiempo”) En este caso solemos aconsejar al paciente que mantenga cierto grado de alerta para identificar posibles malestares asociados al trastorno, problema o cuestión por el que vino a consulta. Alerta que no ha de suponerle ningún esfuerzo psicológico, dado que también podría generar una autoevaluación constante y consecuentemente, problemas de ansiedad por “encontrarse continuamente activado y analizando cada unas de sus reacciones, pensamientos o conductas imprevisibles. Ante problemas específicos, definidos temporalmente, muy concretos, en multitud de ocasiones a los pacientes sencillamente no les da tiempo a aparecer y desaparecer como a nuestro flamante río, simplemente realizan una demanda, solicitan consejo, intervención o estrategias específicas para enfrentarse a ese determinado problema. Una vez identificado un plan de acción a través de herramientas muy específicas el tratamiento finaliza. En cualquier caso si quiero reflexionar para terminar con la “apasionante impredicibilidad del ser humano”. He visto multitud de casos en los que el paciente toma decisiones o se enfrenta a situaciones que nunca hubiera creído posible hacerlo, situaciones en las que estando convencido por su específica escala de valores y creencias nunca se le hubiera pasado por la cabeza aceptar o no aceptar determinadas circunstancias frente a las que acaba enfrentándose, perdonando algo en principio imperdonable para él/ella o simplemente entendiéndolo como parte de un proceso de maduración y extrayendo lo positivo. Diagnósticos iguales, pero cada caso distinto: historias de vida diferentes, momentos de inflexión personales distintos, relaciones sociales, familiares, laborales y afectivas que hay que estudiar en cada caso concreto, sabiendo de la existencia de determinados aspectos comunes en el ser humano que no son incompatibles con una psicología diferencial, que, por cierto, tuve la oportunidad de poder empezar a estudiar afortunadamente en la carrera como una asignatura tremendamente interesante. Esta es la clave de esta apasionante ciencia que siempre propone alternativas diferentes para seguir estudiándola.

lunes, 24 de septiembre de 2012

"DEDÍQUESE TIEMPO: USTED SE LOMERECE" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 24-9-2012)

24/09/2012 - PSICOLOGÍA Dedíquese tiempo: usted se lo merece Es fundamental que el paciente entienda que la clave para resolver sus problemas ha de tener como punto de partida “su propio estado de salud psicológica” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo En alguna ocasión anterior he descrito que es normal cuando al realizar el primer contacto en consulta con el paciente que éste venga avasallado por multitud de problemas familiares, personales, de pareja, laborales que le tienen martirizado y paralizado, encontrándose en un “callejón sin salida” y solicitando una posible solución para todos ellos. Cuando pregunto al paciente: ¿Qué hace usted por cuidarse? ¿Cuánto tiempo se dedica al día? ¿Cuánto tiempo lleva sin disfrutar de cosas sencillas pero que le proporcionaban en otros instantes momentos de felicidad?, generalmente éste me dice: “Disculpe, yo no he venido para hablar de eso, he venido porque tengo un montón de problemas externos y no sé como enfrentarme a ellos. Intentamos retomar el camino de la terapia centrándonos en las preguntas anteriores, porque es fundamental que el paciente entienda que la clave para resolver sus problemas ha de tener como punto de partida “su propio estado de salud psicológica”, y esta idea irá creciendo y haciéndose fundamental en las sesiones posteriores. Es decirle al paciente (en un proceso que adquiere su propio ritmo): “Si usted en primera instancia, se dedica tiempo se cuida, cubre sus necesidades y disfruta también dedicando tiempo a aquellas “pequeñas cosas” con las que antes disfrutaba, tendrá muchas posibilidades de resolver adecuadamente todo aquello que le atormenta”. Frente a las prisas desbordantes del paciente por cumplir todas las “exigencias” que circulan en su mente, lo más adecuado es detenernos y comenzar por donde es conveniente: “por el principio”, y el principio y base para que el tratamiento resulte eficaz es interiorizar la creencia siguiente: “El cuidarme y dedicarme tiempo no hace de mí una persona egoísta, sino una persona inteligente emocionalmente que tiene que dedicarse tiempo para estar en condiciones óptimas a la hora de afrontar los problemas que me atosigan”. Un ejercicio que se suele proponer en algunas terapias es precisamente éste: iniciar actividades de ocio y tiempo libre durante por ejemplo no más de media hora al día o dos horas a lo largo de una semana repartidas en dos veces. Lo contraproducente es que mientras hacemos estas actividades continuemos dando vueltas a aquello que “deberíamos estar haciendo o que vamos a hacer” nada más salir del gimnasio (por ejemplo). ¿De qué nos sirve entonces intentar relajarnos? La clave a la hora de “enganchar” al paciente en estas actividades sencillas es proponerle actividades que le supongan poco coste emocional y físico. Es una forma de “disminuir su grado de autoexigencia” que probablemente también se generalizará a las actividades distractoras. Fundamental es igualmente que el paciente esté convencido del “merecimiento” de esas actividades. Es “volverse egoísta emocionalmente” para poder enfrentarse adecuadamente a los problemas cotidianos o graves que le asalten. Si en este caso detectamos un problema de autoestima (déficit o inadecuación) realizaremos un programa de mejora de autoestima, haciéndole consciente de su valía personal. Cuídese, dedíquese tiempo, busque un espacio donde usted libere tensiones, se relaje, apacigüe sus pensamientos y consecuentemente sus emociones, libere adrenalina, no se autoimponga exigencias y obligaciones que en la mayoría de los casos sólo estarán en su mente. Usted se merece autocuidado psicológico para tener una vida más sana y saludable. Es la base para iniciar una forma adecuada de vivir con mejor calidad de vida emocional.

lunes, 17 de septiembre de 2012

"El maltrato psicológico enmascarado" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 17-9-2012)

17/09/2012 - PSICOLOGÍA El maltrato psicológico enmascarado Quizás usted no hace todo lo que le gustaría en su vida (aún teniendo pareja), quizás usted se encuentra en un mundo previsible en el que la cautela debe presidir su vida y en la que no puede salirse de los parámetros marcados por "el otro" Por Francisco Javier Sánchez (Psicólogo) Según mi experiencia el maltrato psicológico en la pareja, se haya instaurado de múltiples formas. Con diferentes expresiones y de maneras distintas, me encuentro con parejas aparentemente “normalizadas” que, desgraciadamente, poco o nada suelen hacer para solucionar ese problema, que, de no “tratarse”, probablemente se convierta en un gravísimo y duro acontecimiento día tras día, del que costará salir muchísimo a la mujer maltratada. ¿A qué otras formas de maltrato psicológico “no oficiales”, “de libro”, me refiero y que suponen encontrarnos ante una relación de maltrato, poder o subordinación de ella ante él?: - Cuando ella debe pedirle permiso para saludar a un amigo al que la pareja ha visto en algún lugar. - Cuando ella no puede agregar sin el permiso de su pareja a nadie que él no conozca o no quiera que agregue (porque no le cae bien o porque supuestamente supone una amenaza para la relación). - Cuando ella no puede tomar un café con un amigo reciente o antiguo y él monta en cólera y se lo prohíbe o le chantajea con irse de casa (como adolescente inmaduro, carente de autoestima). - Cuando él jamás le deja salir con sus amigas, asistir a una cena, una despedida de soltera, ir a un concierto o estar una semana en casa de sus familiares. Nos encontramos más de lo mismo. - Cuando ella mira a otra persona y él se enfada terriblemente, porque, percibe que es una falta de respeto hacia él ( cuando realmente se trata de un problema de autoestima, que sólo él tiene). - Cuando él maneja el dinero de la casa y ella tiene que rendirle cuentas ante cada compra. - Cuando él se escuda en “todo lo que quiere a su mujer” para imponer sus normas y tenerla oprimida, reprimida, aislada del mundo o relacionada con el mismo en la medida que él considera oportuno. - Cuando él le controla las llamadas, los gastos y justifica que al trabajar está haciendo “todo lo que puede y más por la familia”. - Cuando él le prohíbe a ella ponerse determinada ropa porque considera que es una provocación. - Cuando encubre todas estas conductas con la justificación de que “ella le preocupa terriblemente y que la quiere con locura”. - Cuando la chantajea diciéndole que “si le quisiera de verdad” no le apetecería irse por ahí sin él. Cada una de estas formas de “privación de libertad” que él ejerce sobre ella, son como pequeños obstáculos que van oprimiendo, asfixiando a la pareja, que acaba por: - Intentar no decir o hacer nada que pueda molestar a su pareja. - Evitar discusiones para que él se encuentre tranquilo. - Mentirle. - Ocultarle información. - Resignarse y racionalizar la idea de que: “ningún hombre es perfecto y algo tiene que tener que no me guste” Vivir en definitiva una relación patológica en la que “no quiere al otro de la manera adecuada”. Se trata por tanto , de “sobrellevar” la situación para sufrir lo menos posible, algo que realmente me parece terrible. ¿Sufrir lo menos posible (evitando disputas) o ser lo más feliz y con la mayor intensidad que se pueda? Elijan ustedes. Si el lector mira a su alrededor, probablemente conozca a más de una pareja a la que le ocurre alguno de los puntos citados. Dichos puntos son como pequeñas bombas colocadas en lugares estratégicos que acaban finalmente por destruir la pareja o mantenerla “patológicamente”. Se hace mucho hincapié desde las instituciones para que se denuncie cualquier tipo de maltrato. Personalmente estoy de acuerdo con ello, pero también creo que no se puede alentar dicha conducta en la mujer, si luego ésta no goza de la suficiente garantía de protección frente a su pareja. Me refiero a una protección desde todas las áreas (económicas, sociales, legales, físicas). Muchas mujeres me han dicho llorando en la consulta que después de denunciar se han encontrado indefensas, desamparadas, que una cosa es lo que los políticos venden y otra los recursos reales sociales, económicos , institucionales, de protección con los que se encuentran. No lo digo yo, me lo cuentan las propias víctimas. Cuidado con estas “formas no oficiales” de maltrato. Quizás usted no hace todo lo que le gustaría en su vida (aún teniendo pareja), quizás usted se encuentra en un mundo previsible en el que la cautela debe presidir su vida y en la que no puede salirse de los parámetros marcados por “el otro”. Quizás usted evite, evite y evite para no molestar a su pareja. Dos personas se quieren plenamente cuando deciden compartir muchas cosas, estar juntas, pero también gozar de un determinado grado de libertad, espacio propio que cultive sus relaciones sociales, autoestima, actividades, hobbies, pensamientos, emociones, etc. Entonces quizás usted esté siendo víctima de un maltrato elegantemente disfrazado de amor. No lo permita, ponga en marcha un plan de acción y enfréntese como hemos dicho en múltiples ocasiones a lo que le ocurre. No justifique, racionalice, deje pasar el tiempo ante un problema y unas conductas que no tienen justificación NUNCA, EN NINGÚN CASO.

lunes, 10 de septiembre de 2012

"La vulnerabilidad emocional y la sorpresa del paciente" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 10-9-2012)

La vulnerabilidad emocional y la sorpresa del paciente. Fco. Javier Sánchez Martínez Es bastante más usual de lo que en principio podría pensarse, encontrar al paciente sorprendido cuando se le dice durante la terapia que “es vulnerable a nivel emocional”. Evidentemente algo “tan indeterminado” como esta afirmación, debemos puntualizarlo en los aspectos, áreas o circunstancias concretas que acompañan y rodean al paciente. Usted puede ser “vulnerable” a nivel emocional (es fácil hacerle daño, es una persona fácil de de manipular o chantajear, sucumbe con mayor probabilidad ante un suceso negativo o inesperado, se bloquea ante reacciones sorpresa de los demás, es incapaz de enfrentarse a situaciones límite, etc), pero puede ser una persona tremendamente competente en su profesión, a la hora de tomar decisiones como líder de un grupo, o a la hora de “poner límites y normas” a su hijo. Por eso hemos de especificar que es algo concreto, de un área determinada que hay que trabajar, porque si no, acabará afectándole a largo plazo, a las otras áreas de su vida. Las reacciones suelen ser diversas: - Llanto frecuente por sensación de debilidad. - Percepción de “no ser capaz” de enfrentarse a dicha situación que se percibe con “indefensión y desesperanza” terrible. - Realizar la/s pregunta/s en voz alta: ¿Cómo me puede pasar esto a mi si yo antes era fuerte y sabía manejar y enfrentarme a todas estas situaciones?, ¿Qué me ocurre ahora?, ¿Qué ha cambiado?. Frente a estas reacciones solemos utilizar con el paciente las técnicas de reestructuración cognitiva: - No asociar vulnerabilidad en cualquier área a debilidad: “Todos necesitamos ayuda alguna vez en nuestra vida, sin que eso significa ser débil, sino simplemente ser “humanos”. - “Despertar” las estrategias de afrontamiento “dormidas” del paciente, que si ha sido capaz de enfrentarse en otros momentos de su vida a situaciones incluso más difíciles que las que atraviesa ahora. Incrementar su sensación interna de control de la situación. - Fomentar la autoestima positiva y adecuada. La inteligencia emocional es algo básico que solemos también trabajar con el paciente. Recuerdo variedad de casos en los que las adolescentes acuden agobiadas a la consulta preguntándome: ¿Pero qué voy a hacer si me he enamorado de él?. Hablo de relaciones de pareja mal sanas, patológicas en las que por ejemplo se confunde el control ejercido por el otro como una muestra de amor. ¿Qué tiene que ver una cosa con la otra? (pregunto). Hablo de situaciones en las que una persona próxima se está “aprovechando” de nuestra cercanía para exigirnos, demandarnos y obligarnos a sucumbir a sus deseos. Con los adolescentes suelo trabajar aquello del “amor inteligente” (libro por cierto excelente de Enrique Rojas). Enamorarse es maravilloso, pero hay que dar un paso más: ¿enamorarse lo justifica todo? ¿puedo enamorarme de una persona que me hace daño?, si lo hago en principio ¿puedo replantearme la utilidad o beneficio que me está aportando dicha relación o me dejo llevar sólo por mis emociones y continúo adelante? Quizás debería impartirse una asignatura de “educación emocional” en las aulas ¿No creen?. En alguna ocasión he comentado que el maestro “Freud” afirmaba que las emociones se imponen a la razón y pregunto: ¿Debemos dejar que esto ocurra siempre? Pienso que no. Hemos de dar un paso más y aprender a manejarnos emocionalmente con estrategias útiles que nos permitan dar prioridad a nuestra salud psicológica.

lunes, 3 de septiembre de 2012

"El pasado importa, pero no tanto" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 3-9-2012)

03/09/2012 El pasado importa, pero no tanto El artículo de nuestro psicólogo desmonta la creencia irracional de que “todo aquello que nos ha pasado con anterioridad, es determinante para nuestra vida futura, y nos afectará de manera indefinida”. Por F.J. Sánchez Con bastante frecuencia, cuando en consulta realizamos la entrevista de evaluación psicológica inicial, y llegamos al punto “historia de vida”, nos encontramos con sucesos importantes ocurridos al paciente. Sucesos tremendamente dolorosos, que han creado en la persona una forma distinta de entender la vida, le han ayudado a madurar o que no consiguen apartar de su mente. Estoy hablando de abusos sexuales, desengaños amorosos, despidos laborales tras muchos años en la misma empresa, desarraigo familiar, imposibilidad de tener hijos propios, acoso laboral, bullying, etc. La forma de los pacientes de enfrentarse a estos acontecimientos varía, lógicamente en cada caso: - Hay pacientes que se resisten a “pasar página” y se regodean continuamente en esos acontecimientos, ciertamente traumáticos en muchos casos. Se siguen preguntado ¿por qué a ellos? - Hay pacientes que tras un desahogo emocional, escuchándose a ellos mismos disminuyen su nivel de ansiedad frente al acontecimiento o evento tan significativo. - También aquellos que insisten en buscar la causa de sus problemas actuales: ¿tienen que ver con lo que me aconteció en el pasado? - Y finalmente pacientes que aunque han aceptado todo lo ocurrido, no acaban de desligarse de aquello que les ocurrió en un momento determinado de su vida. La creencia irracional que subyace a todas estas cuestiones suele ser que “todo aquello que nos ha pasado con anterioridad, es determinante para nuestra vida futura, y nos afectará de manera indefinida”. Nada más alejado de la realidad. Es cierto que los eventos que nos suceden nos afectan en nuestra forma de ver el mundo, en nuestras relaciones con los demás, a la hora de utilizar determinadas estrategias de afrontamiento (“coping”) con la finalidad de protegernos frente a lo que nos hace daño, a la hora de madurar a nivel personal, social, familiar, afectivo, cognitivo, PERO no tienen porque hacer de nosotros una persona “marcada” de por vida y condenadas a una infelicidad eterna. Cuando el paciente nos relata en consulta todo lo que le ha ocurrido, es tarea del profesional, situar los acontecimientos en el lugar que les corresponde, valorarlos en su “justa medida” y desmontar la idea de “la desgracia absoluta que debe presidir el resto de su vida”. “Usted no es un bicho raro, marcado de por vida, al que la desgracia acompañará el resto de sus días”. Lejos de regocijarnos en lo negativo (que es mucho) de acontecimientos traumáticos, el último paso consistiría en extraer “lo positivo” (que entiendo siempre lo hay) de esos acontecimientos tan “terribles”, para poner sobre la mesa, aquello que nos ha “aportado”, aquello que hemos aprendido, aquello en lo que nos ha fortalecido y nos ha permitido madurar y avanzar en el resto de áreas de nuestra vida y en aquello que nos ha permitido tomar conciencia de recursos y capacidades que el paciente pensaba que “no tenía” (¿Cuántas veces ha pensado?: si me ocurriera a mí lo que lo pasó a X, yo no lo soportaría. Comprobando después y tras analizar su vida que ha pasado en más de una ocasión por situaciones más complicadas y que por supuesto ha sido capaz de “salir adelante). Si “todas las personas a las que les ocurren determinados acontecimientos tuvieran ya un camino predeterminado de antemano, supondríamos que nuestra felicidad, sus expectativas, nuestra forma de ver el mundo DEPENDERÍA DE LOS ACONTECIMIENTOS EXTERNOS, y ante un mismo suceso todos estaríamos “condenados” a pasar por los “mismos lugares, etapas o momentos”, algo que es totalmente incierto. En algunas ocasiones comento a los pacientes que me hubiera gustado grabarles en una cámara para comprobar su primera entrevista en consulta, y la última, una vez finalizada la terapia.Ocurre que en la mayor parte de los casos, las situaciones que rodean a estas personas, NO HA CAMBIADO, pero su forma de PERCIBIR, INTERPRETAR Y EVALUAR aquello que le rodea sí. Luego entonces la clave vuelve a encontrarse en nuestros procesos mentales, en “nuestra forma de percibir la realidad”, en nuestras “cogniciones” que son las responsables de la mayoría de nuestras conductas y emociones. El objetivo no es transformar lo negativo que le ha ocurrido al paciente en algo positivo, pero si ser más realista y objetivo a la hora de poner límites “cualitativos” a aquello que le ha ocurrido. No se deje avasallar por su pasado, no sea víctima del mismo. Avance, prepare un plan de acción, no se queje, “actúe” y tendrá sensación de controlar de su vida frente a los acontecimientos externos que puedan ocurrirle.

lunes, 27 de agosto de 2012

"Cuando el otro pide tiempo o espacio" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 27-8-12)

¿Qué podemos hacer los profesionales ante esta situación que se nos plantea? Generalmente “el otro” suele agobiarse bastante con esta petición, porque lo más frecuente es pensar que esta solicitud es “tan sólo una excusa para alejarse definitivamente”. Es cierto, y así me lo he encontrado en muchas ocasiones, que suele ser debido a que la otra persona no puede, no sabe o no quiere por propio egoísmo enfrentarse de manera directa al problema y pone parches de este tipo, pero en otras muchas, el otro “ necesita” realmente este espacio o tiempo para poder “respirar” alejado de la situación tan complicada que vive la pareja. Mi experiencia profesional me dice que lo más sano y lo que suelo recomendar de manera general (aunque luego hay que analizar cada caso concreto) es dar al otro ese espacio o tiempo que solicita, aspecto éste que suele costar mucho asumir a aquel al que se lo piden, dado que sus pensamientos frecuentes, irracionales y distorsionados suelen ser: “Si le doy ese espacio, se alejará definitivamente”, “debo demostrarle ahora más que nunca que le quiero que me importa y no le voy a dejar ir”, “si estoy muy pendiente de él/ella, no nos separaremos”. Estos pensamientos no son objetivos porque he comprobado de manera clara y contundente que no por estar más cerca o pendiente del otro aseguramos su vuelta a la relación y que el hecho de darle el espacio tampoco producirá en el otro el olvido mágico de todo lo compartido en común. Si a usted le hacen esta petición, si el otro le pide y le dice que necesita pensar, aclarar ideas, ver las cosas objetivamente, saber qué es lo que quiere, DÉJELE SU LIBRE ELECCIÓN. Atosigarle con correos electrónicos, llamadas, regalos esporádicos (que por cierto llevaba tiempo sin hacerle), viajes sorpresa no le asegurará que regrese. Las crisis en las parejas son algo “nada extraño” tras un tiempo de vida en común. Lo positivo es que a suelen reforzar, fortalecer y madurar el compromiso de ambos para seguir juntos en ese camino que nunca se sabe qué final tendrá . Dejar al otro que inicie un camino en solitario para que descubra si debe o no debe continuar en el mismo es una decisión personal frente a la que no se puede presionarle, es más las presiones al otro suelen producir “efectos rebote” en muchas ocasiones porque no hay lugar para distanciarse de la situación y poder analizarla de manera objetiva. Quizás el otro necesite extrañarle para darse cuenta de lo mucho que le quiere, quizás el otro tenga que comprobar por él/ella mismo/a que su relación merece la pena, o quizás tenga que desestabilizarse puntualmente para volver al reequilibrio inicial después de haber caminado solo durante un período de tiempo. ¿Por qué nos empeñamos en decir al otro lo que debe hacer? ¿Por qué insistimos en tenerle a nuestro lado si a lo mejor decide no hacerlo? ¿Por qué no le dejamos respirar si lo necesita?. Aunque a corto plazo exista o se produzca el desaliento normal a largo plazo solemos agradecer la sinceridad y el que no nos hayan hecho más daño. En multitud de ocasiones también me he encontrado que es el propio miedo a la nueva situación que pueda surgir la que bloquea, amarga y paraliza al que es “abandonado”. Cuidado una vez más con los chantajes emocionales:”si me quieres volverás”, “tan sólo quieres volar para regresar cuando te venga en gana”, etc. No entrar al trapo, no justificarse indefinidamente (información gratuita), son algunos pequeños consejos que suelo dar a mis pacientes que “deben” pensar en lo que les hará encontrarse mejor, pero siempre respetando y cuidando todo lo acumulado con el otro en todas las áreas de su vida.

lunes, 20 de agosto de 2012

¿Qué es el efecto halo? (Publicado en "Voces de Cuenca" el 20-8-12)

Por Francisco Javier Sánchez (Psicólogo) Hemos encontrado muchas definiciones del llamado “efecto halo”, algunas excesivamente técnicas y complicadas y otras más accesibles y entendibles. El efecto halo, se refiere a “cómo la evaluación que hacemos de una persona está influenciada por juicios previos, de los que a veces ni siquiera tenemos noticia (Blog: psicología.com)”. Hablamos de un “prejuicio valorativo” que nos lleva a focalizar la atención en aquellos rasgos que hemos considerado importantes o destacables de esa persona. Incluso sabemos que estas creencias son “difíciles de modificar”, aunque se nos presenten evidencias contrarias a ese primer juicio realizado. Este efecto se haya implicado en la Teoría de la personalidad implícita de Kelly,s donde se vuelve a reafirmar que “los primeros rasgos que conocemos en los demás influyen en nuestras percepciones de posteriores interpretaciones a causa de nuestras EXPECTATIVAS”. Es decir, si estamos convencidos de que una persona tiene determinadas cualidades o características, no haremos sino confirmar nuestras “creencias sesgadas” en cada gesto, palabra o expresión que dicha persona utilice o haga. Curioso el poder “manipulador” de nuestra mente. ¿No creen? . Ocurre así que este efecto se utiliza mucho en publicidad (“personas famosas y bellas”), por ejemplo: solemos considerar que una persona por el mero hecho de ser atractiva es además: inteligente, buena y deseable, y al revés, atribuimos a personas “feas”, el ser malas, peligrosas y poco deseables. En los Departamentos de Recursos Humanos conocen bien, o deben conocer bien este efecto: Cuando en una entrevista de trabajo, el entrevistador nota un rasgo positivo en el entrevistado, suele prestar menos atención a sus aspectos negativos, por lo que su evaluación no sería objetiva, sino distorsionada y sesgada. La información consultada nos habla del estudio realizado por Nisbett y Willson: Se les presentaba a un grupo el mismo video de un profesor pero comportándose de manera diferente en cada uno de ellos. En uno se presentaba como una persona amable y tranquila y en otro como autoritario. El primer grupo sólo vio en su evaluación al personaje bueno y el segundo al personaje malo. Se les pidió además que evaluasen el atractivo físico del profesor y resultó que el grupo que vio el video del “buen profesor” lo calificó como más atractivo y encantador que el grupo que vio el video del “profesor malo”. Es decir: “evaluamos enfocando la atención a una sola característica, formando así “un halo” que rodea y afecta la consideración y evaluación de otras características”. “Sabemos por tanto muy poco de aquello que influencia nuestra evaluación de las personas y del mundo. Creemos hacer juicios objetivos y nos cuesta además cambiar mucho nuestra manera de pensar”. A nivel terapéutico el profesional está obligado desde mi punto de vista a controlar este efecto por el bien del proceso de recuperación del paciente, por la necesidad de ser objetivo a la hora de evaluar y aplicar un plan de acción en dicho proceso y sobre todo para impedir que la alianza terapéutica entre profesional y paciente sea lo más sana, realista y efectiva posible. La alianza terapéutica puede verse resentida al atribuir al paciente cualidades que más adelante nos puede desmentir el propio proceso y que hemos dado por supuestas, pudiéndonos llevar, repito, a trabajar en la dirección equivocada o poniendo en marcha estrategias poco funcionales para obtener el éxito. Nuestra tarea no es juzgar a los pacientes ni atribuirle por tanto cualidades que no poseen, sino la de “ partir de las herramientas que el propio paciente posee, para avanzar en el proceso de mejora, haciéndole consciente de su control sobre la situación o problema que tiene”. Las distorsiones entendidas como interpretaciones subjetivas no facilitan por tanto, el trabajo “co-terapéutico” profesional-paciente. Lejos de ayudar, suponen trabas y suposiciones que nos pueden dirigir hacia el camino equivocado. Mi pregunta es: ¿Podemos ser objetivos alguna vez a la hora de juzgar a los demás? Es una reflexión que dejo abierta al lector. ¿Qué opina?. Fuentes de referencia citadas: - Wikipedia. - Psicología.com - ChicaSEO. Negocios, SEO y Redes sociales.

lunes, 13 de agosto de 2012

"ENTONCES ME PUEDO LLAMAR DIOS?" (Publicado en "Voces de Cuenca el" 13-8-12)

La autoestima se convirtió una vez más en el eje central del tratamiento y una vez más había sido reforzada y puesta en práctica por el paciente. Por Fco. Javier Sánchez Con esta “original frase” me sorprendía un inteligente paciente después de haber realizado tres cuartas partes de las sesiones totales que teníamos pendientes. Recuerdo perfectamente las primeras sesiones, en las que identificamos un nivel de autoestima inadecuado, y un proceso largo en el que el paciente comenzó a “poner en orden” su vida, después de pasar una racha tremendamente negativa que le había afectado a prácticamente casi todos los ámbitos cercanos, pero fundamentalmente a nivel académico y familiar. Tras el trabajo terapéutico encomiable del paciente, con una actitud muy positiva y un grado de sinceridad elevado desde el principio, estabilizó dichas áreas y comenzó a obtener resultados positivos. Nuestro protagonista de hoy, comenzó gradualmente a aceptarse y aceptar todo aquello que le había ocurrido a lo largo de su historia vital (lo cual no es sinónimo de que le gustase), dejó de “machacarse” a nivel personal y comenzó a vislumbrar luz al final del dichoso túnel que le había tenido paralizado durante varios años.Cuando dijo esta frase en consulta con una naturalidad “pasmosa”, siguió contándome sus argumentos de los motivos por los que se encontraba mejor. Yo me detuve en esa frase: “¿Entonces ya me puedo llamar Dios? , en la que aludía a que había descubierto al fin, que podía hacer lo que quisiera con su vida porque ahora percibía que tenía el manejo de la misma. Como él mismo me decía, había estabilizado su vida en tres áreas fundamentales para él y lo que era más importante, había adquirido un potencial psicológico tan elevado que tenía la sensación de “poder comerse el mundo”. Era creyente, aunque no practicante y su actitud era más bien pasiva al respecto, aunque repito, creía en Dios, con lo cual la frase adquiría más importancia todavía, dado el valor que otorgaba a un ser superior y a las sensaciones semejantes que percibía de control de su propia vida y la fuerza que transmitía en cada una de sus frases y comportamientos. Esta sensación de control que tenía la había conseguido con su esfuerzo, aprendiendo a gestionar emociones, a identificar pensamientos irracionales, poniendo nombre y apellidos a todo aquello que le había ocurrido en el pasado y sobre todo enfrentándose de una vez por todas a todo aquello que temía. La autoestima se convirtió una vez más en el eje central del tratamiento y una vez más había sido reforzada y puesta en práctica por el paciente. El paciente comprobó que todo lo que le había ocurrido, las situaciones externas habían sido desencadenantes de todas las emociones que llevaba a la espalda, emociones cuya causa fundamental había sido provocada por la forma de “percibir e interpretar los acontecimientos que le habían ocurrido de manera distorsionada e irracional”. Gracias por dejarme aprender de ti.

lunes, 6 de agosto de 2012

"Las otras 10 ideas irracionales" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 6-8-2012)

“Las otras 10 ideas irracionales” Francisco Javier Sánchez Martínez. Psicólogo. Recordará el lector un artículo publicado allá por el mes de Abril de este mismo año, en el que hablábamos de las ideas irracionales de Albert Ellis, proponiendo en principio un ejercicio en el que frente a dichas afirmaciones, usted debía marcarlas como verdaderas o falsas en función de las propias creencias. Leyendo el estupendo libro de Ramón Santandreu: “El arte de no amargarse la vida”, encontramos “otras diez ideas irracionales” que el autor, psicólogo, propone como “favoritas” en España en estos momentos. Se trata de creencias que el autor afirma encontrarse con más frecuencia cuando “lee los periódicos, hablar con mis amigos y trabaja con sus pacientes”. Por ello le propongo estas ideas acompañadas de mis reflexiones personales, cuestionando la veracidad de las mismas. Me he sentido plenamente identificado con las mismas a nivel profesional, por lo que invito al lector que vuelva a plantearse si para él/ella son verdaderas o falsas, sabiendo esta vez de antemano que todas ellas son falsas, y que no son “necesarias” para alcanzar la felicidad: 1. Necesito tener a mi lado a alguien que me ame; de lo contrario, ¡ qué vida más triste!. - Esta creencia es muy semejante a la que nos proponía Albert Ellis en los años 50. Es una necesidad “no necesaria” que se vive de manera catastrófica y terrible. Personalmente me encuentro muchos casos en consulta especialmente obsesionados con la idea de “quedarse sin compañía”, en una soledad horrorosa, mientras los demás siguen con su vida en marcha. 2. Tengo que ser alguien en la vida, aprovechar bien mis cualidades y virtudes. De lo contrario, me sentiría fracasado. - Pregunto al lector: ¿El no conseguir determinados objetivos significa que usted sea un fracasado?, ¿Tiene usted derecho a “pasar” un período de su vida poco fructífero?. ¿Usted es de aquellas personas que no ha conseguido nada en la vida?. Sencillamente, no es posible. Permítase el no ser perfecto. 3. No puedo tolerar que la gente me menosprecie en público. Debo saber responder y defender mi imagen. - Aparición de un nuevo pensamiento exigente en el que volvemos a depender más de la opinión o conductas de los demás que la nuestra propia. ¿Su valía personal depende este menosprecio? ¿Puede mirarle alguien de arriba hacia abajo si usted no le mira desde abajo hacia arriba? Evidentemente no. No dependa de lo externo, de las conductas de los demás, será más vulnerable y será más fácil hacerle daño. 4. Debo tener un piso en propiedad. De lo contrario, soy un maldito fracasado muerto de hambre. - Lejos de entrar en discusiones políticas, esta creencia se ha mantenido durante mucho tiempo y continúa en la actualidad haciendo “daño” a muchas personas. Actualmente sabemos que es cuestionable hasta qué punto es rentable tener un piso en propiedad, pero hemos tocado fondo con esta creencia y tener un piso ha acabado siendo una obligación para “ser alguien pudiente y con una situación holgada a nivel económico”. Se trata una vez más de una creencia exigente, que poco o nada tiene que ver con la realidad. 5. Tener buena salud es fundamental para ser feliz. Y lo más deseable es vivir mucho tiempo; cuanto más, mejor: ¡incluso cien años o más!. - Repito que cada una de estas afirmaciones serían deseos de todos nosotros que nos ayudarían a encontrarnos mejor, pero nunca, aspectos necesarios para ser felices. Se trata de necesidades creadas, lo cual nos genera un malestar muy intenso si no las tenemos. ¿Usted puede ser feliz aunque tenga una enfermedad crónica?. ¿Usted “necesita” para ser feliz encontrarse bien de salud al 100%? Si usted se resiste a creer esta afirmación, estará pensando “irracionalmente”. 6. Tengo que ayudar a mis familiares: padres, abuelos, hijos… Mi ayuda es fundamental para su felicidad. - En estos tiempos de crisis terrible, he comentado en alguna ocasión que afortunadamente en España, sigue manteniéndose el concepto de familia, y este bloque conjunto está enfrentándose de manera más solidaria a la situación que vivimos. La ayuda o el apoyo está resultando fundamental entre los miembros de una misma familia. Sin embargo, esta creencia señalada en el punto que nos ocupa no se refiere a este aspecto. Nos referimos a la obligatoriedad del “tengo que”. Cuidado con adoptar el rol de “salvador obligado” frente a las personas cercanas, cuidado con creernos imprescindibles para la felicidad de los otros y cuidado con la dependencia emocional que podemos generar en los otros. Usted tiene derecho a ayudar a sus seres queridos o a no hacerlo, no se lo imponga como algo incuestionable. 7. Si mi pareja me pone los cuernos, no puedo continuar con esa relación. La infidelidad es una cosa terrible que te destroza por dentro. - Pensamiento catastrófico. Evidentemente a nadie nos gusta “ser engañado por el otro”. Pero la diferencia cualitativa se encuentra una vez más en que se trate de algo duro, difícil, complicado de afrontar o algo terrible, espantoso o insoportable. 8. Tengo que tener una vida emocionante. De lo contrario, mi vida es un aburrimiento y, de alguna forma, un desperdicio. - En consulta me he encontrado desde pacientes con cierta edad que continúan siendo los “eternos adolescentes” fruto de una inmadurez estancada (“madurar implica renunciar a cosas”), hasta aquellas personas que pretenden que su vida sea una línea creciente en progresión geométrica a nivel de emociones, aventuras, intensidad continua, etc. Sabemos que por ejemplo las relaciones de pareja pasan por diferentes etapas, con diferentes momentos de intensidad, lo cual no significa que la relación sea menos positiva, adecuada o interesante desde el punto de vista de evolución lógica de la pareja. ¿si usted se aburre con su pareja, significa que su vida ya no es tan emocionante o intensa como antes? Permítame que lo dude. Quizás se encuentra en otro momento de su relación en el que precisamente necesita aburrirse para poner en marcha un plan de acción, valorando otras variables que hasta ahora no había considerado. 9. Más siempre es mejor. El progreso siempre es bueno y consiste en tener más cosas, más oportunidades, más inteligencia…; esto es obvio en el caso de desear cada vez más y más cosas buenas como paz y alegría. 10. La soledad es muy mala. Los seres humanos necesitan tener a alguien cerca porque si no, son unos desgraciados. - Enlazando con el primer punto de esta lista volvemos a comentar: personalmente a muchas personas de las que me encuentro en consulta les obsesiona esta idea, a todas luces irracional. Situación que puede resultar (en según qué etapa de nuestra vida) poco apetecible, pero nunca necesaria. Si usted tiene este pensamiento en mente, se bloqueará, probablemente se aislará a nivel social, pondrá barreras conscientes o inconscientes a la hora de conocer a personas determinadas, forzará amistades con las que no tiene nada en común, se “agarrará a cualquier relación con el único objetivo de no encontrarse solo creyendo que no soportaría dicha situación. Se trata de errores o distorsiones cognitivas que le podrán llevar a agobiarse sin motivos objetivos, solamente por “necesidad subjetiva y distorsión a la hora de enfocar su vida”. - Fuente: “El arte de no amargarse la vida”. Ramón Santandreu.

lunes, 30 de julio de 2012

"Cuando el paciente no se permite estar deprimido" (Publicado en "Voces de Cuenca el 30-7-12)

¿Una persona deprimida no tiene que salir de casa? Eso es un tópico y una creencia irracional Por Francisco Javier Sánchez Ocurre en consulta, con relativa frecuencia, que un número elevado de pacientes diagnosticados de trastornos del estado de ánimo, se encuentran “de baja laboral”, por la sintomatología unida a este tipo de trastornos y evidentemente por el malestar clínico significativo que su enfermedad les acarrea. Un comentario asiduo de las personas que asisten a mi consulta es el siguiente: “Me da mucha vergüenza que la gente me vea por ahí, paseando con mi mujer, tomando un café o simplemente conduciendo un coche. Si estoy de baja, estoy de baja y se supone que no tengo ganas de hacer nada. Cuando puntualmente me río, me siento fatal, es como si no estuviera justificado que me encuentre sin trabajar”. Cuenca, no es una ciudad grande, por lo que el lector sabe que es no es nada extraño encontrarse con conocidos en la calle y cruzarse a personas a las que saludamos de forma casi diaria. El paciente que nos manifiesta este pensamiento, nos expresa con su comentario que en el fondo o en la superficie está convencido de las siguientes afirmaciones: - “Si estoy deprimido, debería encerrarme en casa y no salir. La depresión es así”. - “¿Cómo puedo estar haciendo cosas si se encuentra sin trabajar precisamente por desinterés en los ámbitos más importantes de su vida (anhedonia)?. - “Cuando la gente me ve, aparentemente, a mi no me pasa nada, aunque internamente me encuentre fatal. Muchos pensarán que es puro cuento para no trabajar como el resto de las personas”. - “Imagínese si me voy a pasar unos días a un lugar que me guste, y encima me encuentro allí a alguien. Realmente sería tremendo. Pensarían con más razón que todo es una excusa”. ¿Le suenan al lector este tipo de pensamientos de los que hemos hablado en más de una ocasión? Así es, se trata de creencias irracionales y poco sanas que generan al paciente emociones muy intensas y desproporcionadas con la situación que está viviendo. ¿Un paciente deprimido no tiene que salir de casa? Es un tópico y una creencia irracional. ¿Dónde está escrito éso?. Que usted esté deprimido, ¿no le da derecho a salir de casa, entablar conversación con persona y por supuesto reír en determinados momentos?. Los pensamientos irracionales exigentes (“debería”, “tendría”) se los atribuye el propio paciente y se “cree obligado” a cumplirlos. Estos pensamientos le bloquean y le impiden disfrutar de aquello que se le ha encomendado, o que simplemente le apetece hacer a pesar de “estar de baja y diagnosticado de un trastorno del estado de ánimo” o cualquier otro trastorno. ¿El que no tenga interés por nada, le ha de privar de “intentar” hacer actividades encomendadas terapéuticamente (por el profesional en muchos casos) que le supongan poco coste emocional y físico pero con las que sea capaz de “desconectar” puntualmente de su problema con el sano objetivo de descargar tensión psíquica y distraer su mente? Es evidente que la fuerza de voluntad es lo que más puede “fallarle” al paciente con depresión, y no podemos “obligarle a conseguir metas altas y extensas en el tiempo, pero si podemos plantearles metas cortas que consiga a su ritmo que le vayan reforzando y motivando en su camino hacia la salida de su trastorno. Hacer actividades mejora el estado de ánimo, está comprobado, pero siempre se ha de adaptar este aspecto a cada paciente concreto y en función de multitud de variables que es adecuado identificar. ¿El paciente deprimido por ejemplo, o cualquier otro tipo de paciente, ha de justificar su enfermedad ante el mundo, o simplemente ha de actuar con aquello que sea mejor para él/ella o aquello que le haya recomendado el profesional o profesionales por los que está siendo tratado? ¿Si el paciente da demasiadas explicaciones de lo que le ocurre, por qué le ocurre y desde cuando le ocurre, los demás entenderán mejor y comprenderán su caso?.Es más: ¿Necesita el paciente la aprobación de los demás para encontrarse “enfermo”? Por supuesto, NO. Incluso el dar excesivas explicaciones, es decir, información gratuita a los otros, puede provocar el efecto contrario y hacernos menos creíbles. Sólo hemos de priorizar aquellas personas a las que consideremos oportunas contarles lo que nos sucede, y es más, por muchas explicaciones o muy pocas explicaciones que dé el enfermo, siempre habrá personas “malpensadas” y personas que “entenderán perfectamente lo que le ocurre. Vd. no puede controlar lo que los demás digan de usted, porque simplemente, no depende de usted. Una vez más no entre en ese juego, que no le conviene. En el fondo de muchos de estos casos vistos en consulta, existe otra creencia irracional relacionada con las anteriores: “En el fondo la gente lleva razón, y si me ve por ahí, haciendo cosas o divirtiéndome, no debería estar de baja, sino trabajando, no me lo merezco”, identificando en muchas ocasiones un problema importantísimo de autoestima, además de la exigencia de la que hemos hablado anteriormente. Lo que en el fondo estamos haciendo también es “conceder a los demás el derecho a que nos juzguen subjetivamente, siendo incapaces nosotros de valorar nuestra situación objetiva y real de manera sana”. ¿Porqué vuelve usted a dar derechos a los demás a los que renuncia para usted?. Error importante, que acaba pasando “factura psicológica” al paciente y que en muchos casos puede llevarle a: - Incorporarse al trabajo antes de lo que “tenía pensado” por el “qué dirán”. - No “curarse” totalmente de su trastorno, aumentando así la probabilidad de una recaída futura. - Racionalizar o justificar que se encuentra ya bien y que no era tan grave como él/ella creía. - Simplemente hacer lo que cree que los demás creen que él/ella debe hacer. Cuídese primero usted, y después usted. No es ser egoísta anteponer las necesidades propias a las de los demás (otra creencia errónea)- Los demás, siempre tendrán un argumento importante que darle sobre lo que a usted le sucede, le darán su opinión, le dirán lo que “tiene o no tiene que hacer”, y lo que es más importante y usted debe tener más claro: nunca, en ningún caso podrá controlar lo que “los otros” piensan acerca de todo lo que a usted le está ocurriendo. Sea inteligente emocionalmente.

lunes, 23 de julio de 2012

"CUANDO EL RIO SUENA... NO SIEMPRE LLEVA AGUA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 23-7-12)

La capacidad del ser humano a la hora de “adaptar mensajes” a nuestras propias creencias, valores, miedos, sospechas, etcétera, es tan grande, que probablemente lo que a usted le llegue, tiene poco que ver con la noticia original Por Francisco Javier Sánchez Psicólogo Enlazando con un comentario de un lector la semana pasada sobre el artículo “piensa mal y…. te equivocarás muchas veces”, es cierto, que muchas personas viven de las noticias “de los otros” (“chismorreos”), y le comentaba a este lector, con el único objeto de “crear polémica”, que en algunas ocasiones determinado perfil de personas (que acuden en momentos puntuales a terapia y que por supuesto tienen mi máximo respeto, aunque no comparta sus “gustos”, faltaría más), practican este “deporte nacional”, y que a través de esta necesidad “autocreada” intentan compensar en algunas ocasiones carencias propias que a lo mejor no han aceptado y que pueden “proyectar” en “los personajillos famosos”, (falta de comunicación, aislamiento social, dificultad para expresar emociones, exceso de empatía :”simpatía”, falta de motivación, estilo de vida pasivo, etc. ), que casualmente, si hacen o expresan aquello que ellos no dirían o harían nunca (aquí si afirmo estar de acuerdo con el refrán: “dime de lo que presumes (“en exceso y de manera continuada”) y te diré de lo que careces”). “La dinámica del rumor” es un ejercicio sencillo y fácil de aplicar a nivel grupal que conocerán bastantes profesionales y que consiste en lo siguiente: Con un grupo de al menos diez personas, tres de ellas más el terapeuta se quedan en una sala junto a otra cuarta persona, a la que el terapeuta leerá “un pequeño texto de 8 líneas (por ejemplo). Este texto, puede tratar de alguna noticia reciente en la que se aportan determinados datos. Mientras tanto las 6 personas restantes salen fuera de la sala. Una a una, las personas que están fuera de dicha sala van entrando a la misma, contándole el anterior lo que recuerda del relato que le acaba de contar su compañero previamente. Los resultados son tremendos: ante el breve relato de la noticia, cada persona, automáticamente, al contar a la nueva que entra en la sala lo que le acaban de contar, añade, suprime, se inventa, reduce o imagina una parte nueva, y así muchas más posibilidades que no terminaríamos de contar nunca. La distorsión de quien cuenta la última historia es tan brutal, que sorprende siempre la capacidad elevada que tenemos de adaptar determinados mensajes que nos llegan (por procesos de memoria, por atención selectiva, por sucesos propios ocurridos, por historia de vida) a una versión “propia”. Por todo ello, es totalmente inadecuado dejarse llevar por “la rumorología”, ese deporte nacional que nos ocupa mucho espacio y tiempo y que no tiene utilidad alguna. ¿Porqué triunfan actualmente los programas del corazón?. Es precisamente la especulación, la imaginación, la sospecha, la posibilidad de enterarnos de lo que le ocurre al otro, lo que hace que millones de personas vean programas de este tipo. Alguien podría decirme que “simplemente es un pasatiempo, un entretenimiento”, y estaría de acuerdo si se hiciera de vez en cuando, pero las cifras de audiencia hablan de personas fieles que llevan este simple pasatiempos a casi una necesidad para “vivir y enterarse de la vida de los otros”. ¿Qué piensa el lector? Cuidado, no quiero decir ni mucho menos, que las personas que ven estos programas tengan obligatoriamente determinadas carencias, faltaría más, entre otras cosas, porque no tengo ninguna base científica para probarlo, pero estoy convencido de que si profundizáramos algo más en el tema, sería más frecuente de lo que podríamos imaginarnos. Iniciemos una nueva área de investigación (“interesante área”???). Hay personas que simplemente te dicen que ven este tipo de programas, porque antes de ver “cómo se encuentra el panorama del país”, prefieren distraerse. No es difícil de entender. Recuerdo a una profesora de Derecho Constitucional en una charla en la que hablaba de drogas, derechos y deberes. Alguien, en un respiro de la conferencia pronunció el nombre fatídico de un personaje muy famoso/a de este país nuestro (¿la princesa del pueblo?) para contar una anécdota y hacer posteriormente una pregunta a la ponente. Ésta le contestó prontamente, que realmente no sabía quién era esa persona, y la sala exclamó casi unánimemente de sorpresa. Probablemente la mayoría de esas personas creyeron que la conferenciante mentía y que sí conocía al “supuesto personajillo famoso”. La capacidad del ser humano a la hora de “adaptar mensajes” a nuestras propias creencias, valores, miedos, sospechas, etcétera, es tan grande, que probablemente lo que a usted le llegue, tiene poco que ver con la noticia original. No entrar al trapo sobre posibles rumores de uno mismo o de los otros, incrementar nuestro nivel de tolerancia a la frustración, aprender a aceptar críticas de los demás, aceptarnos y aceptar a los demás incondicionalmente son algunas maneras sanas de enfrentarse a este tipo de situaciones. Sea objetivo y cauto con la información que le pueda llegar sobre usted mismo, sobre alguien conocido o desconocido. Utilice “la presunción de inocencia” de ese rumor o noticia que le llega, hasta que (si le interesa) pueda certificar que es cierta. No dé cosas por supuestas de las que no tiene evidencia, sea realista y no se mueva en el peligroso espacio de las suposiciones, las especulaciones, los prejuicios y el etiquetaje propio y de los demás. Cuando se encuentre alguna situación o comentario que le produzca incomodidad o malestar, vaya directamente a la fuente que le provoca ese malestar e incomodidad y pregunte, obtenga información, corrobore o no, e intente controlar “el vuelo de su imaginación” cuando se trate de rumores que usted no ha constatado. Es muy fácil creer aquello que queremos que suceda, aquello que nos sorprendería enormemente si fuese cierto, aquello que, en muchas ocasiones puede hacer daño a otra/s persona/s.

lunes, 16 de julio de 2012

"Piensa mal...... y te equivocarás muchas veces" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 16-7-2012)

En función de nuestras creencias, solemos confirmar o desmentir aquello que estamos viendo de manera objetiva, pero interpretando subjetivamente en muchas ocasiones Por Francisco Javier Sánchez Los seres humanos nos dejamos llevar en multitud de ocasiones por la “primera impresión” cuando conocemos a alguien, nos hacen un pequeño comentario, o nos miran de determinada forma. Salvo en situaciones de corta duración (p.e. entrevista de trabajo), donde hay que mostrar una buena imagen de uno mismo para acceder a un determinado puesto, recomiendo al lector que intente “controlar” esa primera impresión que los demás pueden causar en él/ella. Solemos “atribuir” al otro cualidades en función de su aspecto físico, de su forma de vestir, de la forma de expresarse o simplemente de lo que nos han contado sobre él/ella. En estas ocasiones también nos dejamos llevar por “sensaciones” o por “intuiciones” que en bastantes ocasiones suelen ser totalmente subjetivas y erróneas por tanto. Ocurre que si alguna vez hemos “pensado mal de alguien o de algo” y hemos acertado, nuestra forma de pensar se ha visto automáticamente reforzada de manera muy significativa: “¿Ves como no me equivocaba con esa persona?”. Afirmar esto es tan peligroso como dar por supuesto que después de haber realizado treinta entrevistas de trabajo y no haber sido seleccionado en ninguna, tampoco nos seleccionarán en la número treinta y uno”. Lo adecuado es intentar controlar dichas creencias y esperar a corroborar o no aquellas sensaciones iniciales que teníamos. Cuando el conductor de un vehículo cruza una vía interurbana en multitud de ocasiones a más de la velocidad que le corresponde y no es multado por ello, es reforzado tremendamente y continuará (probablemente) circulando a esas velocidad excesiva en esa vía. Son tantas las veces que incumplimos las normas de circulación y no se nos “multa” por ello, que luego somos “sorprendidos” por un coche de la policía cuando simplemente “hicimos lo que otras muchas veces” (exceder la velocidad, saltarnos un semáforo en ámbar o rojo, utilizar el móvil conduciendo, etc). Cuidado con las especulaciones, en dar por supuestas cosas de las que no tiene evidencia. Cuidado con meterse en un círculo peligroso donde en función de nuestras creencias, solemos confirmar o desmentir aquello que estamos viendo de manera objetiva, pero interpretando subjetivamente en muchas ocasiones. Si usted piensa mal generalmente también estará continuamente alerta por las cosas que le dicen o que le comentan. Podrá estar irritable, a la defensiva y quizás sería positivo que vigilara su nivel de autoestima y de ansiedad. ¿No le ha ocurrido en alguna ocasión que cuando usted se encuentra distendido, relajado respecto a alguien, éste/a le puede hacer cualquier comentario o crítica y usted no se lo toma a mal?. Entonces también le habrá ocurrido que cuando está alerta frente a alguien cualquier mínimo comentario lo ha interpretado como un ataque hacia su persona, su forma de trabajar o su forma de opinar ante determinado asunto. Una vez más la clave vuelve a estar en nosotros mismos, en el cuidado de nuestra salud mental y psicológica, en nuestra forma de enfrentarnos adecuadamente a los acontecimientos que nos suceden y fundamentalmente a sentirnos los protagonistas de nuestra propia vida y nuestro propio destino.

miércoles, 11 de julio de 2012

"It,s time to change" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 9-7-12)

Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo De camino hacia mi tierra sintonicé esta canción del popular solista colombiano Juanes, que me ha servido como pretexto o excusa para el artículo de esta semana. Esta canción habla del cambio de emociones o sentimientos, del cambio del odio por amor. Frente a una mente impregnada de pensamientos irracionales, no realistas, subjetivos, le propongo una manera racional y objetiva de pensar. Quizá ahora sea “tiempo de cambiar” aquellos aspectos o áreas de su vida con las que no está conforme o que le generan un malestar que lleva arrastrando durante determinado tiempo. Una dinámica de grupos que suelo hacer cuando trabajo con grupos es la siguiente: planteamos a cada persona que imagine “que cosas” le gustaría cambiar o hacer si acabara de venir de una consulta médica y éste le hubiera comunicado que apenas le quedan 6 meses de vida. Tras esta primera reacción “normal” del grupo, le aseguramos al mismo, que el ejercicio merece la pena, que se impliquen todo lo que puedan y que se pongan en situación. Personalmente me encanta escuchar activamente las (generalmente) no grandes aspiraciones de los componentes del grupo: “ir a determinado sitio”, “poder permitirse determinado capricho ”, “reencontrarse con algún amigo/a que llevamos mucho tiempo sin ver”, “solucionar algún problema familiar pendiente”, “pedir perdón a alguien a quien se hizo daño involuntariamente” o “pedir explicaciones a alguna persona por algún suceso que le ocurrió con ella”. Acabada la ronda de deseos “pendientes” planteamos: evidentemente no es cierto el supuesto que hemos planteado porque a ninguno de ustedes (que sepamos) le queda ese tiempo de vida. Momento clave: entonces: ¿Qué les impide a ustedes cumplir esos deseos a partir de estos momentos?. Las caras de asombro y sorpresa que en muchos casos se producen cuando formulo esta pregunta son sin duda, geniales, y la expresión no verbal antes de mediar palabra me transmite muchos mensajes que a veces no son fáciles de describir. Es cierto que las limitaciones económicas para alguno de los deseos son ciertas y objetivas, pero no es menos cierto que adaptando esos ingresos a nuestro “pequeño sueño” generalmente, podemos hacer algo muy cercano a nuestro mini-deseo. Es tiempo de cambiar tal y como afirma la canción de Juanes. Usted se pone la mayor parte de las barreras en su vida, usted se autobloquea ante determinados planes de acción, usted es el que pone los impedimentos para justificar el no hacer determinadas cosas. Todo aquello que aprendemos, podemos desaprenderlo, siendo fundamental la constancia, la perseverancia y la creación y mantenimiento del “hábito mental”. Conviértase en el principal protagonista de su vida y deje poco espacio para el azar o la suerte. Hágase productor de su propia película y asuma riesgos a la hora de enfrentarse sanamente a todos aquellos problemas, desafíos o sueños que pueda depararle la vida. Epicteto decía que “el hombre no se ve distorsionado por los acontecimientos, sino por la visión que tiene de ellos”, afirmación sabia, que comparto plenamente. En los procesos mentales se encuentra la clave de nuestra forma de comportarnos y de sentir. No podemos compartir en absoluto la creencia antigua de la escuela conductista de la denominada “caja negra”, porque creemos que precisamente en esa caja es donde se encuentran los mayores “misterios” de nuestra salud mental que poco a poco intentamos sacar a la luz. Cambie ahora. Quizás “este sea su tiempo para hacerlo”.

lunes, 2 de julio de 2012

"Pensarás que estoy loco" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 2-7-2012)

Pensarás que estoy loco Romper el mito o creencia "al psicólogo sólo va gente trastornada o loca" es algo que está desapareciendo muy lentamente de nuestra mentalidad Por Francisco Javier Sánchez (Psicólogo) Esta pregunta que tanto preocupa a los pacientes, sobre todo en la primera consulta, dista mucho de ser objetivo alguno de la terapia. Lejos de juzgar al paciente, nuestra tarea consiste en “acompañarle y ayudarle” a partir de sus propias herramientas psicológicas, además de poner en marcha otras tantas que probablemente desconozca y que puede utilizar para mejorar su situación o problema. Es por eso importante, dialogar con el paciente sobre nuestra tarea en el tratamiento que vamos a iniciar y explicar que muchos de los síntomas, emociones, relatos que nos diga, son mucho más habituales de lo que pueda imaginarse, dentro de su cuadro clínico. Si una persona diagnosticada de Trastorno Obsesivo-Compulsivo, tiene dudas sobre contarnos o no las imágenes tan horribles que aparecen en su mente, respetaremos en primer lugar su decisión, pero lo positivo sería enfrentarnos a esas terribles imágenes (hacer daño a alguien, desear la muerte de alguien… etc), lo cual no significaría en ningún caso que pudiera hacer aquello que piensa o imagina. Por ello el primer paso sería “que el propio paciente se permitiera pensar todo aquello que aparece en su mente” entendido como consecuencia del trastorno que padece. Romper el mito o creencia “al psicólogo sólo va gente trastornada o loca” es algo que está desapareciendo muy lentamente de nuestra mentalidad (al menos en España). Nuestro psicólogo debería ser como nuestro médico de cabecera. Si yo les digo que es común ver en consulta por ejemplo alumnos con dificultades de rendimiento en el colegio o el instituto y que se trabajan técnicas de estudio ¿qué me dirían?. Si les cuento que muchos de los pacientes acuden a terapia por un problema puntual de su vida y nada más ¿qué me dirían?. Estos casos son mucho más frecuentes de lo que se puedan imaginar. Al fin y al cabo la psicología acaba siendo y formando parte de la vida misma. ¿Aprender a gestionar emociones, significa que estemos locos o que queremos aprender a manejarnos en determinadas situaciones que nos resultan difíciles?. Aprender a decir No es un síntoma de debilidad o significa que hemos de aprender esta habilidad social en determinadas situaciones en las que nos es difícil manejarnos?, tener un trastorno de ansiedad significa que hemos de aprender determinadas técnicas de autocontrol emocional o que somos unos histéricos empedernidos?. ¿Tener un trastorno de personalidad límite significa que la persona no sabe lo que hace o lo que le ocurre o más bien podemos enseñar al paciente a estabilizar su vida con nuestro apoyo profesional? Lejos de los extremismos acabamos encontrándonos en consulta con muchas situaciones cotidianas en las que los pacientes (por historia de vida, por problemas desencadenantes, por bloqueos aprendidos en determinadas situaciones) no reaccionan, no sabiendo manejar determinadas situaciones externas, pensamientos, o emociones intensas. ¿Eso significa estar loco?. Nada más alejado de la realidad. Si esta creencia la “generalizamos” al psiquiatra, todavía se aprecian más prejuicios al respecto. No es extraño imaginarse al paciente esperando sedado y medicalizado con una camisa de fuerza, esperando en la puerta de la consulta. Demasiados estereotipos, demasiadas etiquetas, demasiados prejuicios. ¿Usted cree que si en algún momento de mi vida me viera desbordado por una situación determinada y no pudiera controlar mi nivel de ansiedad no acudiría a un psicólogo? Se equivoca si cree que no lo haría. Naturalmente que sí. Si aprender a conocerse, a identificar determinada formas de pensar irracionales, a manejarse ante determinados problemas, a manejar emociones ante situaciones difíciles, controlar las manías, controlar los impulsos, entre otras muchísimas cosas es como consecuencia de “estar loco”, la mayoría podríamos afirmar que lo estamos, pero evidentemente no se trata de eso. Dé el paso de asistir a terapia si no se encuentra bien, si necesita un apoyo o acompañamiento en determinadas áreas de su vida, lejos de estar loco, usted será inteligente, porque habrá comprendido que cuidarse y dedicarse tiempo es fundamental para vivir de manera sana.

lunes, 25 de junio de 2012

"LA SOCIEDAD QUE NO TE PERMITIA SER DÉBIL" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 25-6-2012)

La sociedad que no te permitía ser débil ¿Puedes mostrarte débil ante el jefe?. ¿La sumisión implica debilidad? ¿Se puede ser “bueno” sin ser sumiso o poco respetado? Por Francisco Javier Sánchez La competitividad actual es tremenda, y lo es en todas las áreas de la vida. Es como si esta sociedad moderna, trepidante, tuviera incorporado un “gps” en su interior y detectara rápidamente a aquellas personas que “considera” (bajo su criterio), como vulnerables, débiles, fáciles de atacar o tremendamente susceptibles. En muchas ocasiones los pacientes se sienten “fuera de lugar” cuando “no son como los demás”.” ¿Porqué yo no puedo responder a mi compañera como lo hace X cuando le ataca?”, “¿Por qué a mí me presiona continuamente y en cambio al otro que le trata fatal le respeta profundamente?”, “Le pedí disculpas, y a partir de ahí fue todavía peor, porque se creía con derecho a todo sobre mi persona”. Estas frases reales son sólo un ejemplo de preguntas razonables que se hacen algunas personas en consulta frente a las que hay que responder con un “plan de acción”, trabajando aspectos tan relevantes como la indefensión aprendida, la desesperanza, el locus de control (una vez más), la autoestima, las habilidades sociales o el control de la ira. Los pacientes “temen” (razonablemente) mostrar sus puntos flacos ante los demás, porque sospechan que tarde o temprano los utilizarán en su contra. Algo que me parece, sinceramente muy triste y caótico. Quizás la clave se encuentre en el límite entre el derecho a ser débil y el ser atacado sin escrúpulos por ello. No hay derecho en ningún caso. La sociedad actual goza de más avances y privilegios que nunca. Es evidente que ha mejorado más que notablemente nuestra calidad de vida, pero no es menos cierto que nuestra salud psicológica se ha visto deteriorada de manera significativa. Por ejemplo: ¿Puedes mostrarte débil ante el jefe?. ¿La sumisión implica debilidad?¿Cuál es el límite entre las tensiones actuales de la empresa actual y moderna y el acoso laboral? ¿Alguien puede decirme hasta dónde puede llegar un jefe con su empleado? ¿Hasta dónde es parte del trabajo la exigencia y competitividad diarias y hasta dónde llegar sin “sobrepasar el límite”? Termina siendo frecuente encontrar a personas que deciden cambiar de lugar de puesto de trabajo, e incluso abandonarlo porque alguien les hizo la vida “imposible” y se “aprovechó de sus buenas intenciones”. Pregunto al lector: ¿No se pueden unir en esta sociedad actual cualidades tan importantes y compatibles como la inteligencia y la bondad? ¿Se puede ser “bueno” sin ser sumiso o poco respetado? ¿Triunfa aquel que avanza a base de dar codazos a los demás retirándolos de “su camino”, o aquel que es honesto y sincero? No es extraño que estas preguntas acaben en una sesión de psicoterapia. Es más, personalmente me las encuentro de manera frecuente sobre la mesa. En una sociedad en la que prima el “tanto tienes, tanto vales”, no es tarea fácil hacer comprender al paciente que su “valía personal” va más allá de su puesto de trabajo, del sueldo que gana o de los méritos que los demás le han reconocido. Y no es fácil porque éso no es lo que él/ella se encuentran al salir a la calle. También es frecuente tratar a pacientes que “aparentemente” lo tienen todo en la vida (incluso que no necesitan trabajar para vivir holgadamente), y sin embargo viven sumergidos en la mayor de las depresiones. Aquí detectamos en muchas ocasiones un problema de autoestima derivado de la incongruencia entre lo que la sociedad nos demanda, y lo que realmente necesitamos para ser felices, que no es otra cosa que sentirnos bien con nosotros mismos. Suelen ser pacientes a los que “lo externo” les ha absorbido emocionalmente. Andan de un sitio para otro buscando algo que sólo encontrarán dentro de ellos mismos. “Lo tengo todo en la vida, no tengo derecho ni a estar triste. Entonces ¿porqué me siento tan desgraciado?” Mi consejo (si tengo algún derecho a darlo) es que usted se permita “ser débil” en aquellos aspectos que acepte de usted, aunque no le gusten. Si es así, intente mejorarlos en la medida de sus posibilidades. Si simplemente los acepta sin generarle malestar alguno, reconózcalos y focalice su atención (como compensación) en sus fortalezas, reconózcaselas y prémiese por ellas. Al fin y al cabo ser débil en alguna faceta de nuestra vida sólo le hace más humano, y eso es un privilegio, créame.

lunes, 18 de junio de 2012

"EXTRAER SIEMPRE LO POSITIVO, INCLUSO DE "LO PEOR" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 18-6-2012)

Extraer siempre lo positivo, incluso de "lo peor" Si focalizamos la atención únicamente en lo negativo, haremos ese “algo negativo” más grande, y ello nos impedirá ver “las otras versiones, aspectos, o puntualizaciones del problema” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo Cuando los pacientes acuden en determinadas ocasiones (más frecuentes de lo que se pueda pensar en principio) atosigados, angustiados, con el rostro tenso, con evidente fatiga emocional o con aspecto de no haber dormido o descansado por un problema determinado que consideran será imposible de afrontar o superar, el profesional debe hacer un llamamiento a la calma y en un proceso gradual, pero firme, “extraer lo positivo” a pesar de la dureza de determinadas situaciones o acontecimientos. No se trata de querer volver lo negro, blanco, ni intentar que el paciente mire hacia otro lado, ni querer transformar algo negativo en positivo, sino de observar ese problema desde otros ángulos o perspectivas. Esta visión global o general, nos proporcionará una idea más objetiva y realista de la situación que nos haya ocurrido, además de ampliar nuestra perspectiva de la misma. Si focalizamos la atención únicamente en lo negativo, haremos ese “algo negativo” más grande, y ello nos impedirá ver “las otras versiones, aspectos, o puntualizaciones del problema”. Una paciente me decía recientemente que yo “ siempre veía algo positivo en las cosas que le ocurrían a ella”, aludiendo a un problema de pareja que, tras una terapia efectiva, le había producido un desánimo elevado. Cuando tanto a la pareja como a ella les plantee que ese suceso puntual nos indicaba: - Que unido a los avances importantes que “ellos” habían conseguido en la terapia, había que seguir trabajando, porque probablemente no existía tanto control como en un principio podrían creer (no existen las varitas mágicas pero si los procesos graduales con naturales idas y venidas). - Que significaba una oportunidad de aprender, madurar, avanzar y crecer tanto a nivel de pareja como personalmente. - Que un hecho puntual no puede determinar un proceso completo y que más allá de agobiarse por lo ocurrido, sería muy positivo que adoptaran (o al menos lo intentaran), adoptar una actitud positiva sin empeñarse en infravalorarse y en centrar su atención únicamente en lo que “no había conseguido”… …Ambos cambiaron su gesto y me expresaron su deseo de “trabajar ese conflicto” para seguir avanzando. Acababan de ampliar su horizonte, dejaron de lado el catastrofismo de una situación “insoportable, terrible o espantosa” y cambiaron su predisposición frente a lo ocurrido. En alguna ocasión hemos hablado de la importancia de las actitudes, entendidas como “la predisposición de una persona hacia algo”: - Si el pensamiento positivo aparece (como forma de automotivación y autoapoyo), si centramos la atención en el camino positivo y adecuado ya realizado, tendremos más posibilidades de enfrentarnos adecuadamente ante los problemas que nos surjan porque plantaremos “cara” a dichos problemas con unas estrategias de afrontamiento (“coping”) sólidas y consistentes que nos permitirán avanzar y progresar en nuestra vida en todos sus ámbitos. - Si adoptamos una postura “victimista” nos inundaremos de razones para creernos y justificarnos ante un mundo duro y cruel en el que nadie nos trata como merecemos. En multitud de ocasiones, las personas hemos de “tocar fondo” para empezar a reaccionar ante situaciones duras o problemáticas: - Hasta que un adolescente no comprueba por el mismo las consecuencias de sus actos, no es capaz de “valorar” su conducta o el daño que puede haber realizado a otros. - Hasta que alguien no nos da “un escarmiento” (me refiero a reprocharnos abiertamente un error o decir por ejemplo: “hasta aquí hemos llegado”, utilizando la asertividad por supuesto), no aprendemos del error que hayamos podido cometer con él/ella o no aprenderemos a respetarle, tomando nota de “lo serio y grave que es lo que hemos estado haciendo equivocadamente”. - Pasar por una recaída o consumo puntual para un “drogodependiente” es una oportunidad para avanzar terapéuticamente (y los profesionales lo sabemos, por lo que “aprovechamos” dicha situación para “enfrentar” al paciente con la situación real a la que se enfrenta). Evidentemente la segunda fase sería aceptarnos como personas no perfectas e intentar reparar en la medida de lo posible el daño causado a los demás y también a nosotros mismos. - Las situaciones duras y difíciles que nos puedan haber ocurrido aumentarán nuestra capacidad de empatía con los demás y “comprenderemos mejor” como se puede sentir alguien que ha pasado por lo que a nosotros nos ocurrió. Tocar fondo es en muchas ocasiones algo necesario para poder “emerger a la superficie de nuevo”. Si usted es positivo, atraerá lo positivo. Para ello, deberá “aprender” a buscarlo en aquello “tan tremendo, insufrible o terrible “que usted percibe como “lo peor que podía haberle ocurrido”, créame.

lunes, 11 de junio de 2012

"UNA LLAMADA INESPERADA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 11-6-2012)

Una llamada inesperada Por Francisco Javier Sánchez Martínez Psicólogo Con el permiso previo de la persona que me llamó os cuento algo para la reflexión: El pasado 8 de Junio fue mi cumpleaños. Eran aproximadamente las 13.45 del mediodía cuando recibí una llamada de un número desconocido. Llamada que naturalmente atendí. Una expaciente diagnosticada de cáncer hace 5 años, asistió a mi consulta abatida, desolada, indefensa, bloqueada y hundida totalmente. No era para menos, acababan de diagnosticarle un cáncer y los pronósticos eran muy malos. Recuerdo que trabajamos duro durante casi dos años. A nivel profesional tratamos aspectos tan importantes (ya citados en alguno de los artículos escritos en esta sección)como: La importancia de la actitud frente a la enfermedad, la relación entre el estado de ánimo y el progreso de la enfermedad, locus de control, técnicas de reestructuración cognitiva, apoyo familiar etc. Si debo decir que desde el primer momento nada tuve que reprocharle a aquella paciente madre de dos hijas y felizmente casada, dado que se volcó desde el inicio en la terapia, y sobre todo en sus ganas de vivir por encima de cualquier otra cosa. Hoy, después de más de tres años sin saber nada de ella (afortunadamente, signo de que todo marcha bien) , recibí precisamente esa llamada. Alentador, motivante, algo que nadie puede pagar con el mayor de los tesoros fue observar como recordaba cada una de las frases que yo le había dicho en las sesiones de terapia hacía ya casi cinco años. Había interiorizado hasta la última de las frases, lo trabajado, lo debatido y lo confrontado. Me preguntó cuántos años cumplía y un servidor le contestó algo apenado que “ya eran 45”, que “un añito más”, “que qué rápida se pasaba la vida y el tiempo”. Su respuesta no tuvo desperdicio y creedme que no olvidaré sus argumentos, su tono de voz lleno de felicidad que me transmitió tan intensamente, algo para recordar siempre, sin duda. Me dijo: “Desde que tuve el dicho cáncer, en cada uno de mis cumpleaños, nunca me planteo o me digo “que vieja” (ella tiene ahora 46), ahora digo: “que suerte cumplir años, lo importante es que cada año he disfrutado más de mis hijas y de mi familia, de aquellos que me quieren. Digo mi edad encantada y el mismo día de mi cumpleaños pido abrazos, muchos abrazos de todos aquellos que me felicitan. Ahora comprendo el regalo que tengo en mi poder: el de cumplir años. Vivo al día, intensamente. Después de ver la muerte tan cerca no puedo permitirme estar triste por cumplir años, sino todo lo contrario. He seguido disfrutando gracias a tu apoyo, al de mi familia, a mi cambio de actitud a la hora de ver las cosas. Estoy bien, muy bien.Para mí cumplir años se ha convertido en el mejor día del año, en algo superespecial, estoy contenta, muy contenta. Ahora comprendí, después de todo lo pasado que es un lujazo vivir”. Después de esta llamada, fui a abrazar a mi mujer y a mi hija, les dije que era un privilegiado por tenerles tan cerca y ser felices, y una vez más comprendí, que aquello que decía a los pacientes en consulta, debía seguir aplicándolo en mi propia vida. En definitiva: “seguir aprendiendo de ellos”, porque sin duda, recibo mucho más de lo que doy. Gracias por tu llamada. Aquí tienes el artículo prometido. Mi admiración por ti es inmensa.

lunes, 4 de junio de 2012

"NO ME GUSTA SER DIRECTOR DE ORQUESTA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 4-6-12)

No me gusta ser director de orquesta Cuando a algunos pacientes se les aconseja y se les afirma que los máximos responsables de sus aciertos y de sus fracasos son ellos, algunos nos miran con cara total de sorpresa, se "ponen a temblar" y se quedan "fuera de juego" Por Fco. Javier Sánchez Martínez. Psicólogo Con esta significativa frase me sorprendía un paciente aludiendo a que “no le gustaba llevar el mando en su vida”, a “no querer estar en primera fila de sus responsabilidades”, a “seguir quejándose sin pasar a la acción”. Cuando a algunos pacientes se les aconseja y se les afirma que los máximos responsables de sus aciertos y de sus fracasos son ellos, algunos nos miran con cara total de sorpresa, se “ponen a temblar” y se quedan “fuera de juego”, porque, en muchas ocasiones acuden al profesional con un victimismo involuntario que les tiene paralizados, indefensos y sin ganas de luchar por nada, inmersos en un círculo vicioso del que no pueden y a veces ni les apetece salir, se acostumbraron y aprendieron sólo a “quejarse”. Si yo no tengo nada que hacer, decir, o no pinto nada en mi vida ¿de qué sirve que me esfuerce?. Frente a este locus de control externo, nuestra tarea consistirá en hacer comprender al paciente mediante técnicas de confrontación, reestructuración y a través fundamentalmente de la entrevista motivacional que el control de su vida lo tiene él/ella, que él y no los acontecimientos que le ocurren son los protagonistas de su vida, de su felicidad y de la terapia que está realizando en estos momentos. Frente a la suerte, el azar o el destino le proponemos “ser el director de orquesta”, “colocarse en primera fila”,” enfrentarse a los problemas o situaciones que le ocurran” (que no a las personas), “proponerse alternativas propias” y “buscar soluciones adecuadas y realistas”, pero sólo para él/ella. Serían sus soluciones, sus decisiones y por tanto sus errores o sus aciertos. Frente a esta “forma” de “sanear” su situación actual, los pacientes con un locus de control externo, mantienen su discurso de “quejas” eterno, no se plantean que ellos puede ser positivo cambiar “aspectos de su forma de enfrentarse a los problemas que les acosan” y se consideran (porque están convencidos de ello, como un mecanismos de defensa) que el mundo conspira contra ellos, que todo el mundo les trata injustamente y que cómo es posible que siendo tan “buena persona”, nadie le agradezca o vea su esfuerzo. No podemos, ni debemos reforzar ese discurso, tras una/s primera/s sesiones donde el paciente necesita, sin duda, desahogo emocional y escuchar sus propios pensamientos. Vuelvo a afirmar que usted es el máximo responsable de su vida, de las cosas que le ocurren y que frente a la queja, actúe. No está escrito en lugar lo que le ocurrirá a usted (salvo creencias religiosas, por supuesto muy respetables), conviértase en “director de su propia vida”, será más feliz, créame.

lunes, 28 de mayo de 2012

"TU MADRE TE HACE VUDÚ" (Publicado en "Voces de Cuenca el 28-5-2012)

"Tu madre te hace vudú". Esta frase dicha por el marido de alguna paciente vista hace mucho tiempo, me sirve como “excusa” para hablar de las relaciones de los hijos “ya maduros” e independientes, con los padres, y en especial con las madres Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo Esta frase dicha por el marido de alguna paciente vista hace mucho tiempo, me sirve como “excusa” para hablar de las relaciones de los hijos “ya maduros” e independientes, con los padres, y en especial con las madres. Desde mi experiencia profesional, he observado un gran número de casos (que se mantiene en constante incremento) en los que las madres (especialmente), en “su papel de madres” (¿?), no desean que sus hijos crezcan, desean tenerlos para siempre con ellas, coartando su libertad, haciéndoles dependientes emocionales y chantajeándoles de manera permanente. Las madres convencidas de ser “totalmente necesarias para sus hijos/as”, se entrometen en su vida personal, económica, familiar, de pareja, etc., hasta el punto de llegar a provocar duras disputas entre la pareja, que en muchos casos llegan a producir la separación. Este perfil de madre sobreprotectora, de carácter fuerte, con iniciativa y capacidad de líder en muchos casos, genera o suele generar una “tremenda culpabilidad malsana” en el hijo/a, si no accede a sus pretensiones. No es extraño que se sume a las vacaciones de la pareja sin contar “con la pareja”, que se pase el día entero en casa de su hija “porque no puede estar sola”, o que responsabilice a su hijo/a de lo mal que se siente en multitud de ocasiones. Por desgracia pacientes de edad media – alta , aunque también jóvenes, se encuentran envueltos en esta trama malsana a nivel psicológico, en la que, mientras nos relatan en consulta el daño causado por su madre, nos comentan seguidamente “lo mal que se sienten por hablar mal de ella” (alguna compañera psicóloga diría que se trata de “la bruja mala”, la culpabilidad inadecuada, la conciencia mal orientada, o los sentimientos poco sanos y fruto del chantaje emocional del que han sido víctimas). Nada extraño tampoco que el otro miembro de la pareja afirme que “la madre le hizo vudú”, ya que , aunque no materialmente (ritual), si se lo hizo psicológicamente, porque “le ha anulado como persona”, “le ha impedido disfrutar de su vida” dado que ha prescindido de sus derechos, para responder siempre a las expectativas de su madre. Quede claro que la madre ha realizado todo esto, porque el hijo/a se lo ha permitido (las relaciones de familia positivas y adecuadas, se convierten en algo negativo cuando se utiliza esto, para sobrepasar los límites del otro, en este caso del hijo o de la hija, inmiscuyéndose en su vida y quitándole su espacio vital”). No es casualidad encontrarnos a “madres como rosas”, a costa de la salud de los hijos/as que luego son los que acuden a consulta. El perfil de madre que cuento se caracteriza por una autoestima adecuada e incluso subida de tono y suele ser incapaz de reconocer lo que está haciendo mal. La pareja de su hijo/a siempre será poco para ella, porque nadie estará a las circunstancias de su querido hijo/a. Mi amiga y profesora de Psicología de la Personalidad en la Facultad de Educación de Cuenca y experta en “Empatía”, María Dolores Muñoz, me comentaba muy sabiamente que las “buenas madres”, es decir aquellas que no ponen límites a los hijos, que te ofrecen cariño a costa de exigirte luego lo que “debes o no debes” hacer por ellas, que han repetido hasta la saciedad la frase de : “si no fuera por vosotros (refiriéndose a los hijos) ya me habría separado”, aquellas que presumen de ser amigos/as de sus hijos/as, que se meten en las parejas de sus hijos/as, en cómo deben cuidar a su nieto, en reafirmarse en la idea de que “todo lo que hago o te digo, lo hago por tu bien”, se convierten a largo plazo en “malas madres”, porque no han educado a sus hijos de manera adecuada, fundamentalmente a nivel emocional, con las repercusiones psicológicas que ello conlleva, y a la inversa. Aquellas madres que hacen lo contrario, es decir, ponen límites a los hijos, favorecen climas adecuados de comunicación, se muestran firmes en determinadas decisiones, pero son capaces de dialogar y negociar en otras, son en principio “malas madres” que con posterioridad se convirtieron en “buenas madres”, porque hicieron sus deberes y cumplieron con sus “obligaciones” . En definitiva afirma M. Dolores, que hay que “ser mala”, es decir, hay que educar a los hijos con justicia y disciplina, y dejarse de chantajes emocionales-culinarios aprovechando su puesto de poder, “algo con lo que estoy absolutamente de acuerdo”. Cuidado con el cariño maternal, que proporcionado en dosis excesivas y a través de círculos malsanos, puede afectarle a usted, a sus relaciones de pareja y a las relaciones con su hijo/a. Reitero lo afirmado en el artículo de la semana pasada: “en estos casos, la pareja debe tenerlo claro, y la prioridad deben ser ellos mismos, con los límites pertinentes a la familia.

lunes, 21 de mayo de 2012

"PERDONAR SIN OLVIDAR, NO ES PERDONAR PLENAMENTE" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 21-5-12)

"El rencor le producirá infelicidad, estado de alerta continuo, repetitivo (“obsesivo”), suspicacia en las relaciones con los demás, desconfianza, irritabilidad y en muchas ocasiones su “mejor arma arrojadiza” será LA VENGANZA, algo que no puedo recomendarle" Por Fco. Javier Sánchez Martínez. Psicólogo “Aquel que no puede perdonar a otros, destruye el puente sobre el cual debe pasar él mismo” (George Herbert). Cuando nos adentramos en el mundo de las emociones y los sentimientos, el debate “está prácticamente servido de antemano”. Por eso las sugerencias y opiniones del lector serán de gran aportación al resto de nosotros, que probablemente aportemos una visión muy concreta del tema. Cuando afirmo que “perdonar sin olvidar no es perdonar plenamente”, no me refiero a intentar borrar de nuestra memoria aquello que nos ha pasado con el otro/s en determinada situación/es, porque es evidente que salvo enfermedad asociada sería completamente imposible. Me refiero a haber sabido “gestionar” adecuadamente un sentimiento negativo como el rencor, asociado a términos como “resentimiento”, “obsesión”, “especulación”. Si usted perdona, pero no olvida, tiene todavía una tarea pendiente de “trabajar”. El rencor le producirá infelicidad, estado de alerta continuo, repetitivo (“obsesivo”), suspicacia en las relaciones con los demás, desconfianza, irritabilidad y en muchas ocasiones su “mejor arma arrojadiza” será LA VENGANZA, algo que no puedo recomendarle. En consulta, es frecuente encontrar este sentimiento asociado en muchas ocasiones a: (entre otros muchos factores): 1. Un déficit en habilidades sociales: hablo de pasividad (acumulación negativa de emociones), agresividad (expresión inadecuada de emociones o pensamientos) frente a asertividad. Pueden aparecer somatizaciones, estrés, ansiedad). 2. Rigidez cognitiva: pensamos en lo que “debía o no debía haberle dicho al otro” o en lo que “el otro debía o no debía habernos dicho” (pensamiento exigente y probablemente repetitivo). En este sentido considero que es bueno tener expectativas respecto al otro, pero siempre ACEPTÁNDOLO como un ser falible, con derecho a equivocarse. Disfrutaremos más de él/ella. La flexibilidad casi siempre es positiva. Permita excepciones a sus “creencias”, adáptese a la situación. 3. Déficit de autoestima. Uno de los componentes de la autoestima es la autoaceptación. Si acabamos por no “aceptarnos” y “no aceptamos al otro” por aquello que “afortunadamente”, no hemos resuelto bien o nos ha dicho (porque no somos y el otro tampoco es “perfecto”), estaremos influyendo negativamente en uno de los componentes fundamentales de la autoestima. ¿Porqué no querer al otro como es sin intentar “cambiarlo”?. Entiendo que esta afirmación NO ES INCOMPATIBLE con realizar “al otro” críticas constructivas para intentar mejorar la relación con él/ella. Casi todos habremos sentido rencor alguna vez, al igual que culpabilidad. La clave se encuentra, repito en aprender a “manejar” y “gestionar” dichos sentimientos/ emociones. Frente al manejo inadecuado del rencor se proponen algunas sugerencias: - Identificar en primer término la emoción y aceptarla (lo cual no significa que nos guste). - No personalizar. Una conducta no representa a una persona. Cuidado con el “etiquetaje”. - “Perdonar y olvidar” (título del artículo de hoy) - “No esperar nada de los demás” (los demás te “fallarán”, y se “equivocarán”, y te harán daño (voluntaria o involuntariamente). A largo plazo y por una cuestión también relacionada con la autoestima, el rencor acaba dañando más a la propia persona que al otro. No hablo de “tener que ser amable con el que nos hace daño”, podemos ser respetuosos o “superficialmente cordiales”, pero si no perdonas ni olvidas saldrás dañado. Créeme. Cuidado especial con “creer” que todo el mundo tiene algo en contra de nosotros, que somos unas víctimas de los demás. Frente a ello, proponemos la sana creencia de “saberte controlador de los acontecimientos que puedan ocurrirte”. El victimismo casi nunca es positivo, genera indefensión y desesperanza, y sobre todo mina nuestra autoestima.

domingo, 13 de mayo de 2012

"LA PAREJA Y LA LISTA DE REPROCHES" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 14-5-2012)

“LA PAREJA Y LA LISTA DE REPROCHES” Fco. Javier Sánchez Martínez. Psicólogo. El 90% de problemas de pareja que son atendidos en mi consulta están directamente relacionados con PROBLEMAS DE COMUNICACIÓN. No es nada extraño que en la primera consulta se cite a un miembro de la pareja para que formule abiertamente los problemas, las quejas, los miedos, las incertidumbres que tiene respecto a la relación “con el otro”. Evidentemente también realizaremos en esta primera entrevista y previamente a las formulaciones de cada miembro de la pareja una entrevista clínica inicial donde incluiremos aspectos tan importantes como: entendimiento afectivo, tipo de relación (autoritarismo/dependencia), problemas con hijos (si los hay), aspectos de compatibilidad-incompatibilidad, etc.). En la segunda sesión hacemos exactamente lo mismo con el otro miembro de la pareja. En la tercera reunión y una vez conocidas las demandas de “ambos aspirantes a la felicidad”, les juntamos en un mismo espacio y creamos el clima adecuado y necesario para que afirmen, soliciten, pidan, reclamen y se quejen de todo aquello que nos dijeron “individualmente”, pero esta vez, EN PRESENCIA DE SU PAREJA. Es habitual encontrarnos que probablemente el amigo o la amiga íntima de él o ella están más enterados de pequeños detalles, vivencias, pensamientos e incidentes que han tenido entre ellos, que la “otra persona”. También es habitual que se hayan quejado al otro, pero de manera inadecuada (agresivamente) y en los momentos más inadecuados. Esta primera etapa suele ser bastante dura y dificultosa, debido a que generalmente la pareja acude a un especialista cuando ya ha “tocado fondo” en la mayoría de los casos, afectándoles su relación a todas las áreas comunes de su vida. Es lógico, ya que se acaban por compartir las áreas y aspectos significativos de cada uno de ellos: me refiero al área económica, afectiva, hijos (si los hay), familiar, social (no en excesivos casos), entre otras. Una vez que se ha trabajado en un proceso delicado todos los aspectos citados y se ha decidido por mutuo acuerdo llegar a un consenso, negociación y aceptación de responsabilidades (partiendo del compromiso responsable de cada uno) quedará “prohibido” “sacar la lista de reproches innumerables” que tanto han dañado la relación en otros momentos. Aunque no me gusta la palabra prohibición a nivel general (“prohibir es propiciar hacer aquello prohibido”), en este aspecto terapéutico partimos de la creencia que “este listado innumerable” no hace sino bloquear, paralizar el avance de la terapia y sobre todo de la relación cuando dicha terapia haya finalizado. Una cuestión básica es que ambos entiendan que su relación necesita estabilidad y confianza que cualquier “movimiento” (conducta, expresión de emociones, actitud) que haga uno de ellos, afectará al otro. Si usted acepta (que no significa que le guste) los errores de su pareja, asume su parte de responsabilidad en lo que ha ocurrido, y se compromete a cambios negociados con ella, partiremos de esa base para intentar avanzar en los problemas que puedan tener. “Remover en el baúl de los recuerdos” una vez que nos hemos comprometido y aceptado al otro no le traerá nada positivo, créame. El compromiso y asunción de responsabilidades no implica que no se vuelvan a cometer los mismos fallos o a vulnerar las mismas “normas”. Por ello podremos volver lógicamente a tratar dichos temas pero con una actitud distinta, es decir una postura crítica pero positiva y constructiva a la vez, identificando las dificultades encontradas y retomando posibles nuevas alternativas. Especial referencia quiero hacer al tema de “los familiares” de la pareja. Aquellas parejas que no ponen límites a los familiares cercanos o amigos respecto a la intimidad básica de la pareja son más proclives a ser dañados por ellos. La familia suele actuar con buena intención, pero en muchas ocasiones hace mucho daño a la relación. No es extraño que se entrometan en temas económicos, en horarios, en lo que debe y no debe hacer o exigir un miembro al otro, etc. La pareja ha de tener claras sus prioridades: ELLOS MISMOS. Si no se tiene este aspecto claro no es raro que usted cuando se disguste con su pareja pueda desahogarse con su madre, padre, o hermano respecto a lo “HORRIBLE” que le ha hecho su pareja o lo que le ha dicho. El problema es que a largo plazo, usted probablemente olvidará el incidente, pero los familiares no. Sea prudente a la hora de proporcionar información sobre su pareja y sobre usted. Puede volverse a largo plazo en contra suya. Cuidado, no estoy hablando de casos especialmente duros, como el maltrato físico o psicológico en cuyo caso la versión sería diferente. Como consejo general si diría al lector que todo aquello que le moleste o no le guste, o le parezca inadecuado de su pareja, dígaselo siempre que pueda, y en el momento adecuado. Uniendo este artículo con el anterior sobre “expresión de emociones” le diré que este caso es uno más donde poner en marcha dicha habilidad social resulta básico y trascendente para la evolución positiva de la relación de pareja.