lunes, 25 de junio de 2012

"LA SOCIEDAD QUE NO TE PERMITIA SER DÉBIL" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 25-6-2012)

La sociedad que no te permitía ser débil ¿Puedes mostrarte débil ante el jefe?. ¿La sumisión implica debilidad? ¿Se puede ser “bueno” sin ser sumiso o poco respetado? Por Francisco Javier Sánchez La competitividad actual es tremenda, y lo es en todas las áreas de la vida. Es como si esta sociedad moderna, trepidante, tuviera incorporado un “gps” en su interior y detectara rápidamente a aquellas personas que “considera” (bajo su criterio), como vulnerables, débiles, fáciles de atacar o tremendamente susceptibles. En muchas ocasiones los pacientes se sienten “fuera de lugar” cuando “no son como los demás”.” ¿Porqué yo no puedo responder a mi compañera como lo hace X cuando le ataca?”, “¿Por qué a mí me presiona continuamente y en cambio al otro que le trata fatal le respeta profundamente?”, “Le pedí disculpas, y a partir de ahí fue todavía peor, porque se creía con derecho a todo sobre mi persona”. Estas frases reales son sólo un ejemplo de preguntas razonables que se hacen algunas personas en consulta frente a las que hay que responder con un “plan de acción”, trabajando aspectos tan relevantes como la indefensión aprendida, la desesperanza, el locus de control (una vez más), la autoestima, las habilidades sociales o el control de la ira. Los pacientes “temen” (razonablemente) mostrar sus puntos flacos ante los demás, porque sospechan que tarde o temprano los utilizarán en su contra. Algo que me parece, sinceramente muy triste y caótico. Quizás la clave se encuentre en el límite entre el derecho a ser débil y el ser atacado sin escrúpulos por ello. No hay derecho en ningún caso. La sociedad actual goza de más avances y privilegios que nunca. Es evidente que ha mejorado más que notablemente nuestra calidad de vida, pero no es menos cierto que nuestra salud psicológica se ha visto deteriorada de manera significativa. Por ejemplo: ¿Puedes mostrarte débil ante el jefe?. ¿La sumisión implica debilidad?¿Cuál es el límite entre las tensiones actuales de la empresa actual y moderna y el acoso laboral? ¿Alguien puede decirme hasta dónde puede llegar un jefe con su empleado? ¿Hasta dónde es parte del trabajo la exigencia y competitividad diarias y hasta dónde llegar sin “sobrepasar el límite”? Termina siendo frecuente encontrar a personas que deciden cambiar de lugar de puesto de trabajo, e incluso abandonarlo porque alguien les hizo la vida “imposible” y se “aprovechó de sus buenas intenciones”. Pregunto al lector: ¿No se pueden unir en esta sociedad actual cualidades tan importantes y compatibles como la inteligencia y la bondad? ¿Se puede ser “bueno” sin ser sumiso o poco respetado? ¿Triunfa aquel que avanza a base de dar codazos a los demás retirándolos de “su camino”, o aquel que es honesto y sincero? No es extraño que estas preguntas acaben en una sesión de psicoterapia. Es más, personalmente me las encuentro de manera frecuente sobre la mesa. En una sociedad en la que prima el “tanto tienes, tanto vales”, no es tarea fácil hacer comprender al paciente que su “valía personal” va más allá de su puesto de trabajo, del sueldo que gana o de los méritos que los demás le han reconocido. Y no es fácil porque éso no es lo que él/ella se encuentran al salir a la calle. También es frecuente tratar a pacientes que “aparentemente” lo tienen todo en la vida (incluso que no necesitan trabajar para vivir holgadamente), y sin embargo viven sumergidos en la mayor de las depresiones. Aquí detectamos en muchas ocasiones un problema de autoestima derivado de la incongruencia entre lo que la sociedad nos demanda, y lo que realmente necesitamos para ser felices, que no es otra cosa que sentirnos bien con nosotros mismos. Suelen ser pacientes a los que “lo externo” les ha absorbido emocionalmente. Andan de un sitio para otro buscando algo que sólo encontrarán dentro de ellos mismos. “Lo tengo todo en la vida, no tengo derecho ni a estar triste. Entonces ¿porqué me siento tan desgraciado?” Mi consejo (si tengo algún derecho a darlo) es que usted se permita “ser débil” en aquellos aspectos que acepte de usted, aunque no le gusten. Si es así, intente mejorarlos en la medida de sus posibilidades. Si simplemente los acepta sin generarle malestar alguno, reconózcalos y focalice su atención (como compensación) en sus fortalezas, reconózcaselas y prémiese por ellas. Al fin y al cabo ser débil en alguna faceta de nuestra vida sólo le hace más humano, y eso es un privilegio, créame.

lunes, 18 de junio de 2012

"EXTRAER SIEMPRE LO POSITIVO, INCLUSO DE "LO PEOR" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 18-6-2012)

Extraer siempre lo positivo, incluso de "lo peor" Si focalizamos la atención únicamente en lo negativo, haremos ese “algo negativo” más grande, y ello nos impedirá ver “las otras versiones, aspectos, o puntualizaciones del problema” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo Cuando los pacientes acuden en determinadas ocasiones (más frecuentes de lo que se pueda pensar en principio) atosigados, angustiados, con el rostro tenso, con evidente fatiga emocional o con aspecto de no haber dormido o descansado por un problema determinado que consideran será imposible de afrontar o superar, el profesional debe hacer un llamamiento a la calma y en un proceso gradual, pero firme, “extraer lo positivo” a pesar de la dureza de determinadas situaciones o acontecimientos. No se trata de querer volver lo negro, blanco, ni intentar que el paciente mire hacia otro lado, ni querer transformar algo negativo en positivo, sino de observar ese problema desde otros ángulos o perspectivas. Esta visión global o general, nos proporcionará una idea más objetiva y realista de la situación que nos haya ocurrido, además de ampliar nuestra perspectiva de la misma. Si focalizamos la atención únicamente en lo negativo, haremos ese “algo negativo” más grande, y ello nos impedirá ver “las otras versiones, aspectos, o puntualizaciones del problema”. Una paciente me decía recientemente que yo “ siempre veía algo positivo en las cosas que le ocurrían a ella”, aludiendo a un problema de pareja que, tras una terapia efectiva, le había producido un desánimo elevado. Cuando tanto a la pareja como a ella les plantee que ese suceso puntual nos indicaba: - Que unido a los avances importantes que “ellos” habían conseguido en la terapia, había que seguir trabajando, porque probablemente no existía tanto control como en un principio podrían creer (no existen las varitas mágicas pero si los procesos graduales con naturales idas y venidas). - Que significaba una oportunidad de aprender, madurar, avanzar y crecer tanto a nivel de pareja como personalmente. - Que un hecho puntual no puede determinar un proceso completo y que más allá de agobiarse por lo ocurrido, sería muy positivo que adoptaran (o al menos lo intentaran), adoptar una actitud positiva sin empeñarse en infravalorarse y en centrar su atención únicamente en lo que “no había conseguido”… …Ambos cambiaron su gesto y me expresaron su deseo de “trabajar ese conflicto” para seguir avanzando. Acababan de ampliar su horizonte, dejaron de lado el catastrofismo de una situación “insoportable, terrible o espantosa” y cambiaron su predisposición frente a lo ocurrido. En alguna ocasión hemos hablado de la importancia de las actitudes, entendidas como “la predisposición de una persona hacia algo”: - Si el pensamiento positivo aparece (como forma de automotivación y autoapoyo), si centramos la atención en el camino positivo y adecuado ya realizado, tendremos más posibilidades de enfrentarnos adecuadamente ante los problemas que nos surjan porque plantaremos “cara” a dichos problemas con unas estrategias de afrontamiento (“coping”) sólidas y consistentes que nos permitirán avanzar y progresar en nuestra vida en todos sus ámbitos. - Si adoptamos una postura “victimista” nos inundaremos de razones para creernos y justificarnos ante un mundo duro y cruel en el que nadie nos trata como merecemos. En multitud de ocasiones, las personas hemos de “tocar fondo” para empezar a reaccionar ante situaciones duras o problemáticas: - Hasta que un adolescente no comprueba por el mismo las consecuencias de sus actos, no es capaz de “valorar” su conducta o el daño que puede haber realizado a otros. - Hasta que alguien no nos da “un escarmiento” (me refiero a reprocharnos abiertamente un error o decir por ejemplo: “hasta aquí hemos llegado”, utilizando la asertividad por supuesto), no aprendemos del error que hayamos podido cometer con él/ella o no aprenderemos a respetarle, tomando nota de “lo serio y grave que es lo que hemos estado haciendo equivocadamente”. - Pasar por una recaída o consumo puntual para un “drogodependiente” es una oportunidad para avanzar terapéuticamente (y los profesionales lo sabemos, por lo que “aprovechamos” dicha situación para “enfrentar” al paciente con la situación real a la que se enfrenta). Evidentemente la segunda fase sería aceptarnos como personas no perfectas e intentar reparar en la medida de lo posible el daño causado a los demás y también a nosotros mismos. - Las situaciones duras y difíciles que nos puedan haber ocurrido aumentarán nuestra capacidad de empatía con los demás y “comprenderemos mejor” como se puede sentir alguien que ha pasado por lo que a nosotros nos ocurrió. Tocar fondo es en muchas ocasiones algo necesario para poder “emerger a la superficie de nuevo”. Si usted es positivo, atraerá lo positivo. Para ello, deberá “aprender” a buscarlo en aquello “tan tremendo, insufrible o terrible “que usted percibe como “lo peor que podía haberle ocurrido”, créame.

lunes, 11 de junio de 2012

"UNA LLAMADA INESPERADA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 11-6-2012)

Una llamada inesperada Por Francisco Javier Sánchez Martínez Psicólogo Con el permiso previo de la persona que me llamó os cuento algo para la reflexión: El pasado 8 de Junio fue mi cumpleaños. Eran aproximadamente las 13.45 del mediodía cuando recibí una llamada de un número desconocido. Llamada que naturalmente atendí. Una expaciente diagnosticada de cáncer hace 5 años, asistió a mi consulta abatida, desolada, indefensa, bloqueada y hundida totalmente. No era para menos, acababan de diagnosticarle un cáncer y los pronósticos eran muy malos. Recuerdo que trabajamos duro durante casi dos años. A nivel profesional tratamos aspectos tan importantes (ya citados en alguno de los artículos escritos en esta sección)como: La importancia de la actitud frente a la enfermedad, la relación entre el estado de ánimo y el progreso de la enfermedad, locus de control, técnicas de reestructuración cognitiva, apoyo familiar etc. Si debo decir que desde el primer momento nada tuve que reprocharle a aquella paciente madre de dos hijas y felizmente casada, dado que se volcó desde el inicio en la terapia, y sobre todo en sus ganas de vivir por encima de cualquier otra cosa. Hoy, después de más de tres años sin saber nada de ella (afortunadamente, signo de que todo marcha bien) , recibí precisamente esa llamada. Alentador, motivante, algo que nadie puede pagar con el mayor de los tesoros fue observar como recordaba cada una de las frases que yo le había dicho en las sesiones de terapia hacía ya casi cinco años. Había interiorizado hasta la última de las frases, lo trabajado, lo debatido y lo confrontado. Me preguntó cuántos años cumplía y un servidor le contestó algo apenado que “ya eran 45”, que “un añito más”, “que qué rápida se pasaba la vida y el tiempo”. Su respuesta no tuvo desperdicio y creedme que no olvidaré sus argumentos, su tono de voz lleno de felicidad que me transmitió tan intensamente, algo para recordar siempre, sin duda. Me dijo: “Desde que tuve el dicho cáncer, en cada uno de mis cumpleaños, nunca me planteo o me digo “que vieja” (ella tiene ahora 46), ahora digo: “que suerte cumplir años, lo importante es que cada año he disfrutado más de mis hijas y de mi familia, de aquellos que me quieren. Digo mi edad encantada y el mismo día de mi cumpleaños pido abrazos, muchos abrazos de todos aquellos que me felicitan. Ahora comprendo el regalo que tengo en mi poder: el de cumplir años. Vivo al día, intensamente. Después de ver la muerte tan cerca no puedo permitirme estar triste por cumplir años, sino todo lo contrario. He seguido disfrutando gracias a tu apoyo, al de mi familia, a mi cambio de actitud a la hora de ver las cosas. Estoy bien, muy bien.Para mí cumplir años se ha convertido en el mejor día del año, en algo superespecial, estoy contenta, muy contenta. Ahora comprendí, después de todo lo pasado que es un lujazo vivir”. Después de esta llamada, fui a abrazar a mi mujer y a mi hija, les dije que era un privilegiado por tenerles tan cerca y ser felices, y una vez más comprendí, que aquello que decía a los pacientes en consulta, debía seguir aplicándolo en mi propia vida. En definitiva: “seguir aprendiendo de ellos”, porque sin duda, recibo mucho más de lo que doy. Gracias por tu llamada. Aquí tienes el artículo prometido. Mi admiración por ti es inmensa.

lunes, 4 de junio de 2012

"NO ME GUSTA SER DIRECTOR DE ORQUESTA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 4-6-12)

No me gusta ser director de orquesta Cuando a algunos pacientes se les aconseja y se les afirma que los máximos responsables de sus aciertos y de sus fracasos son ellos, algunos nos miran con cara total de sorpresa, se "ponen a temblar" y se quedan "fuera de juego" Por Fco. Javier Sánchez Martínez. Psicólogo Con esta significativa frase me sorprendía un paciente aludiendo a que “no le gustaba llevar el mando en su vida”, a “no querer estar en primera fila de sus responsabilidades”, a “seguir quejándose sin pasar a la acción”. Cuando a algunos pacientes se les aconseja y se les afirma que los máximos responsables de sus aciertos y de sus fracasos son ellos, algunos nos miran con cara total de sorpresa, se “ponen a temblar” y se quedan “fuera de juego”, porque, en muchas ocasiones acuden al profesional con un victimismo involuntario que les tiene paralizados, indefensos y sin ganas de luchar por nada, inmersos en un círculo vicioso del que no pueden y a veces ni les apetece salir, se acostumbraron y aprendieron sólo a “quejarse”. Si yo no tengo nada que hacer, decir, o no pinto nada en mi vida ¿de qué sirve que me esfuerce?. Frente a este locus de control externo, nuestra tarea consistirá en hacer comprender al paciente mediante técnicas de confrontación, reestructuración y a través fundamentalmente de la entrevista motivacional que el control de su vida lo tiene él/ella, que él y no los acontecimientos que le ocurren son los protagonistas de su vida, de su felicidad y de la terapia que está realizando en estos momentos. Frente a la suerte, el azar o el destino le proponemos “ser el director de orquesta”, “colocarse en primera fila”,” enfrentarse a los problemas o situaciones que le ocurran” (que no a las personas), “proponerse alternativas propias” y “buscar soluciones adecuadas y realistas”, pero sólo para él/ella. Serían sus soluciones, sus decisiones y por tanto sus errores o sus aciertos. Frente a esta “forma” de “sanear” su situación actual, los pacientes con un locus de control externo, mantienen su discurso de “quejas” eterno, no se plantean que ellos puede ser positivo cambiar “aspectos de su forma de enfrentarse a los problemas que les acosan” y se consideran (porque están convencidos de ello, como un mecanismos de defensa) que el mundo conspira contra ellos, que todo el mundo les trata injustamente y que cómo es posible que siendo tan “buena persona”, nadie le agradezca o vea su esfuerzo. No podemos, ni debemos reforzar ese discurso, tras una/s primera/s sesiones donde el paciente necesita, sin duda, desahogo emocional y escuchar sus propios pensamientos. Vuelvo a afirmar que usted es el máximo responsable de su vida, de las cosas que le ocurren y que frente a la queja, actúe. No está escrito en lugar lo que le ocurrirá a usted (salvo creencias religiosas, por supuesto muy respetables), conviértase en “director de su propia vida”, será más feliz, créame.