lunes, 8 de octubre de 2012

"¿QUÉ ES LA AGORAFOBIA? (Publicado en "Voces de Cuenca" el 8-10-12)

08/10/2012 - PSICOLOGÍA ¿Qué es la agorafobia? Se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” Por Francisco Javier Sánchez. Psicólogo El DSM IV-TR define este trastorno de ansiedad con los siguientes criterios: - Aparición de ansiedad al encontrarse en lugares o situaciones donde escapar puede resultar difícil (o embarazoso) o donde, en el caso de aparecer una crisis de angustia inesperada o más o menos relacionada con una situación, o bien síntomas similares a la angustia, puede no disponerse de ayuda. Los temores agorafóbicos suelen estar relacionados con un conjunto de situaciones características, entre las que se incluyen estar solo fuera de casa; mezclarse con la gente o hacer cola; pasar por un puente, o viajar en autobús, tren o automóvil. - Estas situaciones se evitan, se resisten a costa de un malestar o ansiedad significativos por temor a que aparezca una crisis de angustia o síntomas similares a la angustia, o se hace indispensable la presencia de un c9nocido para soportarlas. - Explicado en un lenguaje más simple podemos afirmar que se trata de un trastorno de ansiedad donde el paciente tiende a evitar de manera reiterada determinadas situaciones donde generalmente se encuentra “expuesto” a espacios abiertos, donde puede encontrarse mucha gente o lugares donde le resultaría difícil irse por encontrarse alejado de la “salida” (temor anticipatorio a una posible crisis de ansiedad, aunque también se puede padecer un trastorno de angustia SIN AGORAFOBIA). - Existen múltiples situaciones asociadas a este trastorno que Echeburúa nos presenta en su Inventario de Agorafobia (IA): cuestionario específico para identificar las situaciones en las que el paciente experimenta o anticipa esta ansiedad que tanto le bloquea: grandes almacenes, bares y restaurantes, cines, ascensores, aparcamientos subterráneos, iglesias, campos de fútbol, plazas de toros, lugares altos, playas, montes, calles anchas, hospitales. Salir a pasear, alejarse de casa, ir de vacaciones, cruzar puentes, acudir al médico, ir a visitar a amigos o familiares, ir a buscar a los niños al colegio, acudir a una reunión de vecinos, asistir a fiestas o reuniones sociales, estar en la peluquería, comer o beber con otras personas, etc. - Probablemente si usted no padece este trastorno o no conoce a nadie que lo padezca, le resultará difícil entender cómo se puede sufrir o padecer ansiedad ante estas situaciones “tan cotidianas”, pero efectivamente así ocurre. - Este trastorno puede llegar a ser tremendamente incapacitante si no se resuelve la “forma de funcionar del paciente” para evitar pasarlo mal. - Precisamente por eso la técnica principal que usamos es la “exposición gradual en vivo” a las situaciones que el paciente suele evitar. - La exposición permite al paciente comprobar “in situ” que la situación temida nunca es “tan terrible” como imaginaba, que la ansiedad anticipatoria y las sensaciones subjetivas son las que le provocan la ansiedad y no la situación específica. - Suele haber una primera vez en la que el paciente “condiciona” su miedo y aprende que no puede volver a ese lugar o situación porque probablemente le ocurrirá lo mismo”. - Por eso en la primera sesión la tarea encomendada es: describir aquella primera vez que le ocurrió el episodio. Objetivo: que el paciente comprenda el origen del miedo condicionado adquirido. También identificamos con el paciente las causas que él cree que en la actualidad “hacen que se siga manteniendo ese trastorno/conductas”. Objetivo: enfrentarnos a esos reforzadores y reestructurarlos de manera adecuada. - He tenido la posibilidad de tener pacientes que han estado “años” sin salir de su bloque de edificios. En otros casos personas con pareja que incluso habían acabado yendo a vivir con sus padres (conductas de seguridad), a pesar de tener hijos y familia. - En otros casos algunos pacientes incluso se han pedido excedencia en sus puestos de trabajo por evitar tener que subir a un coche por el miedo a sufrir una crisis de ansiedad o tener miedo exagerado a marearse, a perder el control, a volverse loco o desmayarse. - No resulta nada fácil comprender este trastorno a las personas cercanas o que no lo han padecido nunca, pero le puedo asegurar al lector que el desgaste psicológico es elevado si no se hace algo al respecto. - Las exposiciones perfectamente “pautadas”, progresivas y con un trabajo constante, regular y prolongado obtienen resultados muy positivos. - No sólo en la exposición, sino todos los aspectos psicológicos asociados a dicha exposición: “es como si el cerebro tuviera que comprobar IN SITU que todo aquello que ha elaborado previamente, anticipadamente, no ocurre cuando nos encontramos ante esa situación, o que si ocurre eso que tanto tememos, comprobamos que realmente no es tan grave y podemos soportarlo”. - Generalmente las personas con agorafobia suelen utilizar también conductas de seguridad “por si les ocurre lo que tanto temen: la crisis de ansiedad con los síntomas asociados: ir en compañía de alguien, llevar un móvil, comer algo, etc. - Gradualmente también el paciente ha de desprenderse de todas estas “seguridades psicológicas” para comprobar que no las necesita para superar el problema. - Si usted padece este trastorno o se ha visto identificado con algunos aspectos del mismo póngase en manos de un profesional.

lunes, 1 de octubre de 2012

"EL PACIENTE Y EL GUADIANA" (Publicado en "Voces de Cuenca" el 1-10-12)

Por Fco. Javier Sánchez Psicólogo Establecer contacto con el profesional (psicólogo) suele ser en principio el paso más difícil de dar cuando uno no acaba de encontrarse bien. Por ello, siempre suelo reforzar al paciente diciéndole que el primer paso dado, iniciando tratamiento psicológico, no es nada fácil. Fundamental también resulta la información a la hora de saber de quién partió la demanda de tratamiento: ¿del propio paciente?, ¿de los familiares? ¿obligación, sumisión o indiferencia ante el inicio del tratamiento?. Cuestiones claves a la hora de valorar la motivación y adherencia al proceso, así como la actitud en la primera y sucesivas entrevistas. En mi caso particular, ocurre en algunas ocasiones, que, tras la primera sesión el paciente llama para aplazar una segunda cita. En algunos de estos casos el paciente suele reconocer con posterioridad que “necesitaba un período de asimilación de todo aquello explicado como tratamiento en la primera consulta (psicoeducación, evaluación, estrategias que se van a poner en marcha, técnicas que se van a utilizar, etc.). En otros casos el paciente vino a “tantear” que era aquello de “un psicólogo” (reconociendo sin problema alguno que nunca han creído en ellos. Sinceridad que por cierto, agradezco) y para ver “si se convencía de la utilidad de un tratamiento específico”. Lo ideal: aquel paciente que viene con una predisposición absoluta y se vuelca en la terapia desde el primer momento, siendo muy fácil establecer una alianza terapéutica consistente desde el primer momento. Aquellos casos más resistentes al cambio y a iniciar tratamiento los combatimos básicamente con técnicas de entrevista motivacional. Es como ir adentrando al paciente en algo que en principio no le parecía asumible ni conseguible, transformándolo en algo positivo, adecuado y propicio para su salud psicológica. Establecer metas objetivas, a corto plazo, realistas supone un apoyo a la motivación del paciente que, progresivamente y de manera gradual va percibiendo los resultados positivos de su propio esfuerzo, lo cual le suele reforzar de manera significativa. ¿Qué ocurre cuando después de un período estable de sesiones y una vez conseguidos objetivos importantes el paciente desaparece ante un seguimiento clínico más separado en el tiempo?. Equiparo esta situación al caso en el que el paciente que ha tomado durante un mínimo de tiempo una medicación psiquiátrica y tras una mejora importante, decide por sí mismo dejar la medicación. ¿Qué puede ocurrirle (aunque por supuesto no necesariamente)? Que se produzca o exista una probabilidad de recaída. No se trata de crear “adictos al psicólogo” porque el profesional debe valorar en qué casos es necesario establecer un seguimiento y en qué casos no. No podemos hacer seguimiento de un paciente cuando valoramos que mantener el tratamiento puede ser contraproducente, generándose una relación de dependencia malsana respecto al profesional. Ocurre también que tras haberse decidido un período de seguimiento el paciente desaparece pero “da señales de vida” a través de llamada, correo electrónico….. etc. y nos dice: “estoy aquí, no he vuelto a ir porque me sigo encontrando bien”. Actitud correcta (porque una cosa es desaparecer sin decir nada por todos los motivos o razones que puede haber detrás de esa desaparición mágica, y otra hacerlo, dando una mínima explicación de cómo se encuentra y las razones por las que no viene a terapia. Está enfrentándose a aquello que inició y decide voluntariamente “darse un tiempo”) En este caso solemos aconsejar al paciente que mantenga cierto grado de alerta para identificar posibles malestares asociados al trastorno, problema o cuestión por el que vino a consulta. Alerta que no ha de suponerle ningún esfuerzo psicológico, dado que también podría generar una autoevaluación constante y consecuentemente, problemas de ansiedad por “encontrarse continuamente activado y analizando cada unas de sus reacciones, pensamientos o conductas imprevisibles. Ante problemas específicos, definidos temporalmente, muy concretos, en multitud de ocasiones a los pacientes sencillamente no les da tiempo a aparecer y desaparecer como a nuestro flamante río, simplemente realizan una demanda, solicitan consejo, intervención o estrategias específicas para enfrentarse a ese determinado problema. Una vez identificado un plan de acción a través de herramientas muy específicas el tratamiento finaliza. En cualquier caso si quiero reflexionar para terminar con la “apasionante impredicibilidad del ser humano”. He visto multitud de casos en los que el paciente toma decisiones o se enfrenta a situaciones que nunca hubiera creído posible hacerlo, situaciones en las que estando convencido por su específica escala de valores y creencias nunca se le hubiera pasado por la cabeza aceptar o no aceptar determinadas circunstancias frente a las que acaba enfrentándose, perdonando algo en principio imperdonable para él/ella o simplemente entendiéndolo como parte de un proceso de maduración y extrayendo lo positivo. Diagnósticos iguales, pero cada caso distinto: historias de vida diferentes, momentos de inflexión personales distintos, relaciones sociales, familiares, laborales y afectivas que hay que estudiar en cada caso concreto, sabiendo de la existencia de determinados aspectos comunes en el ser humano que no son incompatibles con una psicología diferencial, que, por cierto, tuve la oportunidad de poder empezar a estudiar afortunadamente en la carrera como una asignatura tremendamente interesante. Esta es la clave de esta apasionante ciencia que siempre propone alternativas diferentes para seguir estudiándola.